domingo, 27 de noviembre de 2011

Ni idea

Sólo se me ocurrió que podía venir aquí y aventar dos o tres sucios chorretes de melancolía y congestión. Los pasos andados me resuenan en los oidos, y el palpitar de tus pechos se me antoja lejano, dulcemente lejano.
Pienso esto mientras dejo de oír la canción que a dúo cantan Justino y su guitarra junto al fuego. El frío descendió con singular rapidez esta noche, o acaso los días se están acortando. 
-Ven- Sonia me insta a volver de mi interior. Ella siempre ha fungido como el ancla que del tobillo me mantiene clavado a esta árida tierra. También es la única que puede hacerlo. Y la única a la que se lo permito. La única.
Entreabro los ojos porque el polvo me pesa en las pestañas y el sueño me pesa más en la nuca. Con las manos me retuerzo el cuello hasta escucharlo crujir. A Sonia nunca le ha gustado que lo haga. Piensa que es un intento de suicidio...Sin embargo no puede evitar observarme al hacerlo, guiada por algún morbo que no comprendo. Aunque quizá sólo sea que se preocupa de que un día se me pase la mano.
Justino calla súbitamente pero su guitarra persiste con un ligero aullido que se va desvaneciendo mientras otro sonido se eleva de entre los matorrales. Aparece la pareja que nos acompaña, tomados de la mano pero con semblantes durísimos. No recuerdo sus nombres.
Un escalofrío nos recorre a todos. El aire helado vuelve a arreciar. Son como rachitas que se intercalan. Y encima, esta jodida estepa que parece no cambiar nunca, ni de cielo, ni de aire, ni de matas, ni de nopales, ni de tierra o piedras.
-Ya sabes- Sonia además parece leer mi pensamiento cuando me vuelco totalmente a él -Sabes que no estamos aquí por placer o por el afán de llegar a algún destino.
Eso lo sé. Pero a veces me molesta que me lo recuerde. Lo tengo muy claro, pero no por eso debo estarlo pensando todo el tiempo.
Mejor me invento una historia, aprovechando que Justino y su Dama se han ido a dormir y que la anónima pareja parece ahora discutir con susurros al oído un tanto más alejados del fuego:
-Imagina, Sonia, que súbitamente un viento nos arrancara del piso y nos jalara para arriba. Y que no pudiéramos hacer nada al respecto. Como si Dios mismo nos llamara con carne y todo al Juicio a llevarse a cabo en algún trozo del Cielo Nocturno. Trata de verlo así, en el horizonte, mirando hacia la ciudad allá detrás del cerro más lejano, cómo las columnas de gente son succionadas por un aliento titánico. ¿Intentarías agarrarte de algo? ¿A qué te aferrarías?
-La verdad no creo necesitar aferrarme a algo; si acaso a ésta cómoda piedra que adopté como silla. No creo que mi nombre figure siquiera en la lista de acusados en el Juicio. Lo mío será más como sentencia instantánea. No creo que Dios me quiera cerca de Él. Pero sí sé a qué te aferrarías tú.- Se queda mirando el baile del fuego sobre las ramas secas.
-¿Ah, sí?- De antemano sé que ella sabe. Nos conocemos demasiado.
-Sí.
-Y bien, ¿a qué me aferraría?
-A mí. -Y sonríe. Yo también sonrío viéndola cómo a su vez ella ve las llamas y las incita picándolas con una vara.
-Ven, ya hay que dormir.
Se pone en pie y nos alejamos un tanto de los demás. Veo a la pareja de extraños que se acurrucan espalda contra espalda. Extiendo las mantas y luego nos extendemos nosotros sobre ellas. Yo estoy boca arriba viendo las estrellas antes de cerrar los ojos. Sonia me da la espalda, hecha bola, como platicando consigo misma. Luego, recién cierro los ojos, siento que sus manos se agarran de mi brazo. Me doy la vuelta y quedamos frente a frente aunque no abre los ojos; la miro luchando contra el instinto de hacerlo. El cansancio me vence y cierro los míos. La atraigo hacia mi y meto un brazo bajo su cabeza a manera de almohada. Así me quedo dormido, aferrado a ella, por si acaso en la madrugada se le ocurriera a Dios llamarnos a todos a rendirle cuentas.

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Ni idea

Sólo se me ocurrió que podía venir aquí y aventar dos o tres sucios chorretes de melancolía y congestión. Los pasos andados me resuenan en los oidos, y el palpitar de tus pechos se me antoja lejano, dulcemente lejano.
Pienso esto mientras dejo de oír la canción que a dúo cantan Justino y su guitarra junto al fuego. El frío descendió con singular rapidez esta noche, o acaso los días se están acortando. 
-Ven- Sonia me insta a volver de mi interior. Ella siempre ha fungido como el ancla que del tobillo me mantiene clavado a esta árida tierra. También es la única que puede hacerlo. Y la única a la que se lo permito. La única.
Entreabro los ojos porque el polvo me pesa en las pestañas y el sueño me pesa más en la nuca. Con las manos me retuerzo el cuello hasta escucharlo crujir. A Sonia nunca le ha gustado que lo haga. Piensa que es un intento de suicidio...Sin embargo no puede evitar observarme al hacerlo, guiada por algún morbo que no comprendo. Aunque quizá sólo sea que se preocupa de que un día se me pase la mano.
Justino calla súbitamente pero su guitarra persiste con un ligero aullido que se va desvaneciendo mientras otro sonido se eleva de entre los matorrales. Aparece la pareja que nos acompaña, tomados de la mano pero con semblantes durísimos. No recuerdo sus nombres.
Un escalofrío nos recorre a todos. El aire helado vuelve a arreciar. Son como rachitas que se intercalan. Y encima, esta jodida estepa que parece no cambiar nunca, ni de cielo, ni de aire, ni de matas, ni de nopales, ni de tierra o piedras.
-Ya sabes- Sonia además parece leer mi pensamiento cuando me vuelco totalmente a él -Sabes que no estamos aquí por placer o por el afán de llegar a algún destino.
Eso lo sé. Pero a veces me molesta que me lo recuerde. Lo tengo muy claro, pero no por eso debo estarlo pensando todo el tiempo.
Mejor me invento una historia, aprovechando que Justino y su Dama se han ido a dormir y que la anónima pareja parece ahora discutir con susurros al oído un tanto más alejados del fuego:
-Imagina, Sonia, que súbitamente un viento nos arrancara del piso y nos jalara para arriba. Y que no pudiéramos hacer nada al respecto. Como si Dios mismo nos llamara con carne y todo al Juicio a llevarse a cabo en algún trozo del Cielo Nocturno. Trata de verlo así, en el horizonte, mirando hacia la ciudad allá detrás del cerro más lejano, cómo las columnas de gente son succionadas por un aliento titánico. ¿Intentarías agarrarte de algo? ¿A qué te aferrarías?
-La verdad no creo necesitar aferrarme a algo; si acaso a ésta cómoda piedra que adopté como silla. No creo que mi nombre figure siquiera en la lista de acusados en el Juicio. Lo mío será más como sentencia instantánea. No creo que Dios me quiera cerca de Él. Pero sí sé a qué te aferrarías tú.- Se queda mirando el baile del fuego sobre las ramas secas.
-¿Ah, sí?- De antemano sé que ella sabe. Nos conocemos demasiado.
-Sí.
-Y bien, ¿a qué me aferraría?
-A mí. -Y sonríe. Yo también sonrío viéndola cómo a su vez ella ve las llamas y las incita picándolas con una vara.
-Ven, ya hay que dormir.
Se pone en pie y nos alejamos un tanto de los demás. Veo a la pareja de extraños que se acurrucan espalda contra espalda. Extiendo las mantas y luego nos extendemos nosotros sobre ellas. Yo estoy boca arriba viendo las estrellas antes de cerrar los ojos. Sonia me da la espalda, hecha bola, como platicando consigo misma. Luego, recién cierro los ojos, siento que sus manos se agarran de mi brazo. Me doy la vuelta y quedamos frente a frente aunque no abre los ojos; la miro luchando contra el instinto de hacerlo. El cansancio me vence y cierro los míos. La atraigo hacia mi y meto un brazo bajo su cabeza a manera de almohada. Así me quedo dormido, aferrado a ella, por si acaso en la madrugada se le ocurriera a Dios llamarnos a todos a rendirle cuentas.

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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Bulimia

Hoy no quiere utilizar la primera persona del singular. Hoy no está dentro de "yo"...está indispuesto. Favor de llamarle más tarde.
Más bien ha decidido convertirse en un par de manos autómatas que cumplan sus caprichos: ya sea que los arrebaten, los toquen, los modelen, los destruyan. Casualmente el instinto se ve muchas veces reflejado en estos apéndices tan propios, y a veces tan ajenos e independientes.
Y mientras las manos (que ahora son su ser) se afanan sin objetivo claro, decide también aportarse un par de oídos. La música que las manos han creado accidentalmente, en el teclear, en el modelar el barro, en la percusión del cuerpo cálido que presiente ahí junto.
Y las manos y oídos, en conjunto han decidido hacerse de un par de ojos, porque se dan cuenta de que el espacio adyacente es vastísimo y las manos solas no lo abarcan, ni los oídos lo perciben en el eco de la música. Así, los ojos no sólo reconocieron el volumen incomprensible que les rodeaba, sino las obras que habían realizado las manos y cómo éstas danzaban con las melodías que brotaban y se iban saltando.
Hoy no es él, ni yo. Hoy es lo que el universo fuera de él le pide que sea. Hoy más bien se dedica a dar consecuencia ilógica e inmediata a los impulsos que el exterior le derrama encima a marejadas.
Es, podría decirse, un reflejo. El acto inconsciente y mecánico que da respuesta a un evento, con otro similar y opuesto. Que tras haber transcurrido y vuelto al silencio, no puede evitar terminar en que el sujeto, primero sólo manos, oídos y ojos, se cuestione su constitución, profundice en su localización, indague sobre su origen, recree el pasado e invente un futuro, ahora sí, hablando consigo mismo en primera persona del singular.

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Bulimia

Hoy no quiere utilizar la primera persona del singular. Hoy no está dentro de "yo"...está indispuesto. Favor de llamarle más tarde.
Más bien ha decidido convertirse en un par de manos autómatas que cumplan sus caprichos: ya sea que los arrebaten, los toquen, los modelen, los destruyan. Casualmente el instinto se ve muchas veces reflejado en estos apéndices tan propios, y a veces tan ajenos e independientes.
Y mientras las manos (que ahora son su ser) se afanan sin objetivo claro, decide también aportarse un par de oídos. La música que las manos han creado accidentalmente, en el teclear, en el modelar el barro, en la percusión del cuerpo cálido que presiente ahí junto.
Y las manos y oídos, en conjunto han decidido hacerse de un par de ojos, porque se dan cuenta de que el espacio adyacente es vastísimo y las manos solas no lo abarcan, ni los oídos lo perciben en el eco de la música. Así, los ojos no sólo reconocieron el volumen incomprensible que les rodeaba, sino las obras que habían realizado las manos y cómo éstas danzaban con las melodías que brotaban y se iban saltando.
Hoy no es él, ni yo. Hoy es lo que el universo fuera de él le pide que sea. Hoy más bien se dedica a dar consecuencia ilógica e inmediata a los impulsos que el exterior le derrama encima a marejadas.
Es, podría decirse, un reflejo. El acto inconsciente y mecánico que da respuesta a un evento, con otro similar y opuesto. Que tras haber transcurrido y vuelto al silencio, no puede evitar terminar en que el sujeto, primero sólo manos, oídos y ojos, se cuestione su constitución, profundice en su localización, indague sobre su origen, recree el pasado e invente un futuro, ahora sí, hablando consigo mismo en primera persona del singular.

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domingo, 6 de noviembre de 2011

Panoramic tryout

Compártoles aquí una foto mía, armada con otras cuatro...Un primer intento bastante rudimentario de hacer una foto de tipo panorámico, ya que fue con cámara compacta, sin tripié ni nada. Pronto vendrán intentonas más depuradas...igual el armado y manipulación digitales le dieron algo de lustre.

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Panoramic tryout

Compártoles aquí una foto mía, armada con otras cuatro...Un primer intento bastante rudimentario de hacer una foto de tipo panorámico, ya que fue con cámara compacta, sin tripié ni nada. Pronto vendrán intentonas más depuradas...igual el armado y manipulación digitales le dieron algo de lustre.

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