martes, 7 de agosto de 2018

«La hora de la estrella» de Clarice Lispector (micro ensayo) (reseña)


«La muerte es un encuentro con uno mismo» - pág. 70

Esta vez el retraso en mis entregas tiene el mejor de los pretextos. No el más placentero, sólo que como pretexto funciona de maravilla: la tesis. Debido a ello no he podido hacer otra cosa relativa a la escritura no académica. Pero ahora me tomo un pequeño respiro para —tratar de— ponerme al día con las reseñas de los libros que he leído.

Me he dado cuenta que mis pseudoensayos han cumplido con su objetivo primario, que es servirme para volver a procesar el libro, recordarlo y fijarlo así de mejor manera en mi cabeza. A veces me aterra lo mala, o más bien estúpidamente selectiva que es mi memoria. Con esto me refiero a que se acuerda con detalle de lo que le place y no de lo que le digo yo que es importante.

Esta fue la primer obra de Lispector que leí. Había escuchado en numerosas ocasiones su nombre, pero jamás se me había atravesado uno de sus libros. Debido a circunstancias de la vida terminé topándome con un grupo de lectura donde, a lo largo de un mes, discutimos sobre la vida y obra de la brasileña. Como mencioné al principio de estas reseñas, no abundaré en los detalles de la vida o el contexto de creación de la obra, sino en la obra misma. Ya en otra ocasión hablaré sobre lo poco que sé de dicho conjunto y su influencia en la vida de la propia Lispector y que se vería reflejado en la gestación de su repertorio.

Así que a salud de mi salud mental, aquí va:

Introducción

«Nadie la veía en la calle, ella era café frío» - pág. 18

En La hora de la estrella descubrí un tipo de prosa que, en lo particular, a mi me gusta mucho: la prosa poética. Claro, no sé si es el término más letrado o adecuado para ello, pero que quien lea esto me comprende. La prosa de Lispector está plagada de figuras retóricas e imágenes bastante bellas, bellas incluso en su tristeza o desolación.

La trama de tan corta novela podría resumirse en una oración, apenas con unas subordinadas. Realmente hay poca acción, movimiento o conflictos. Los conflictos, en todo caso se concentran en el interior de la protagonista y el narrador en su relación extraña con aquella. Ambos casos no son especialmente conscientes, por decirlo así. Una chica con una percepción particular de la vida, el entorno y las demás personas que podría, incluso, parecernos estúpida, simple o demasiado inocente para un mundo más bien crudo.

Pero es la misma prosa de Lispector que da forma a los pensamientos de la protagonista a través de un narrador igualmente particular, lo que invierte esta percepción mediante una tendencia a dar un significado opuesto a las imágenes comúnmente aceptadas. Lo que en lenguaje coloquial se usa para describir lo bello, ella lo usa para describir lo feo, lo desagradable, lo mundano y viceversa.


Desarrollo

Vemos la vida de Macabea, la protagonista, a través de las letras —que no de los ojos— de un escritor ficticio quien la crea en sus páginas. Aunque él mismo reconoce que no es la más primorosa de las mujeres, como personaje suyo la ama y permite que se desenvuelva en las páginas de una manera que logra sentirse independiente de las decisiones del escritor, pese a que éste afirma tener el control de todo. Aquí damos con el que me parece que es el tema de la obra: el proceso de la escritura o los procesos por los que pasa el escritor al realizar su labor.

Casi la primera tercera parte del texto consta de las palabras del escritor dándose ánimos para, ya ahora sí, comenzar la historia; mientras va echando el lector migajitas de lo que será más adelante Macabea. Mientras se debate entre posponer lo más posible el iniciar con la historia como tal y dejar que sus palabras fluyan, podemos ver a la misma autora, aquí sí Clarice creo yo, dividida en estos dos personajes: por un lado, el proceso de ella como escritora, reflejada en nuestro narrador y por otro, su manera tan peculiar y opuesta al sentido común de ver el mundo reflejada en Macabea.

Si bien hacen su aparición en escena otros personajes, son ellos dos los que me parece llevan el tema de la obra a través de su relación extraña y, en realidad, inexistente, desde la perspectiva de ella. El proceso creativo se convierte en nuestra trama si escogemos darle ese peso, sin denigrar la trama real, que es la enmarañada y torpe vida de Macabea, lo que podría ser la forma de nuestro tema.

Todo esto ocurre gracias a la sinceridad con que se percibe la escritura de Lispector. Aún así, no se trata de una obra autobiográfica como tal. Hay escenarios, secuencias y atmósferas que provienen directamente de experiencias vividas, pero la trama como tal es un pretexto solamente para presentarnos preguntas profundas. Muchas preguntas, que son, en realidad, parte del estilo de Clarice.

En pocas palabras, Clarice habla de cosas grandes y profundas, a través de personajes humildes de lenguaje sencillo pero bello. Este mérito me parece especialmente importante puesto que, en lo particular, tengo la tendencia a usar palabras grandes para temas grandes y pequeños por igual.


Conclusión

«El mejor negocio es todavía el siguiente: no morir, pues morir es insuficiente,
a mí, que tanto lo necesito, no me completa» - pág. 53

Lo que más me gustó de descubrir a Clarice Lispector a través de esta obra es ver cómo el escritor puede esconder numerosas capas de cosas utilizando el lenguaje, los personajes y la trama. El conjunto de éstas nos habla de algo más que un escritor que escribe la vida de una tipa rara y que no parece entender la vida como nosotros —quienes podemos llegar a desesperar con las ideas de Macabea—. Nos habla de lo tortuoso y también gozoso del proceso creativo, de la vida de Clarice como autora, de las montañas rusas emocionales que atraviesa el que escribe y de la relación que puede establecer con sus personajes, sin dejar de lado el estilo particular para contarlo todo.

La mezcla de poesía y prosa de lenguaje claro da un sabor único a la obra de Clarice y una profundidad inusitada. Por suerte, tuve la oportunidad de acercarme a otras obras de la brasileña. Habrá otra reseña en el futuro cercano y podremos corroborar la esencia del estilo. Sin embargo, viendo esta obra de manera individual se puede deducir, al menos, que lo que caracteriza al estilo de Clarice es el no temer enfrentarse a tópicos profundos, casi metafísicos en ocasiones, utilizando como ya dijimos, personajes sencillos, pocos de hecho, y todos ellos con aspiraciones muy mundanas y lenguajes terrenales, pero cuyas interacciones o pensamientos personales nos hacen dirigir la mirada al cielo, contemplar su belleza, pensar en la calma de la muerte y luego volver a la vida, que puede ser caótica o una revelación mística, todo dependerá de cómo veamos el mundo y qué lenguaje, como Adán hizo al principio de todo, usemos para nombrarlo.

Imagen de portada tomada de esta página

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«La hora de la estrella» de Clarice Lispector (micro ensayo) (reseña)


«La muerte es un encuentro con uno mismo» - pág. 70

Esta vez el retraso en mis entregas tiene el mejor de los pretextos. No el más placentero, sólo que como pretexto funciona de maravilla: la tesis. Debido a ello no he podido hacer otra cosa relativa a la escritura no académica. Pero ahora me tomo un pequeño respiro para —tratar de— ponerme al día con las reseñas de los libros que he leído.

Me he dado cuenta que mis pseudoensayos han cumplido con su objetivo primario, que es servirme para volver a procesar el libro, recordarlo y fijarlo así de mejor manera en mi cabeza. A veces me aterra lo mala, o más bien estúpidamente selectiva que es mi memoria. Con esto me refiero a que se acuerda con detalle de lo que le place y no de lo que le digo yo que es importante.

Esta fue la primer obra de Lispector que leí. Había escuchado en numerosas ocasiones su nombre, pero jamás se me había atravesado uno de sus libros. Debido a circunstancias de la vida terminé topándome con un grupo de lectura donde, a lo largo de un mes, discutimos sobre la vida y obra de la brasileña. Como mencioné al principio de estas reseñas, no abundaré en los detalles de la vida o el contexto de creación de la obra, sino en la obra misma. Ya en otra ocasión hablaré sobre lo poco que sé de dicho conjunto y su influencia en la vida de la propia Lispector y que se vería reflejado en la gestación de su repertorio.

Así que a salud de mi salud mental, aquí va:

Introducción

«Nadie la veía en la calle, ella era café frío» - pág. 18

En La hora de la estrella descubrí un tipo de prosa que, en lo particular, a mi me gusta mucho: la prosa poética. Claro, no sé si es el término más letrado o adecuado para ello, pero que quien lea esto me comprende. La prosa de Lispector está plagada de figuras retóricas e imágenes bastante bellas, bellas incluso en su tristeza o desolación.

La trama de tan corta novela podría resumirse en una oración, apenas con unas subordinadas. Realmente hay poca acción, movimiento o conflictos. Los conflictos, en todo caso se concentran en el interior de la protagonista y el narrador en su relación extraña con aquella. Ambos casos no son especialmente conscientes, por decirlo así. Una chica con una percepción particular de la vida, el entorno y las demás personas que podría, incluso, parecernos estúpida, simple o demasiado inocente para un mundo más bien crudo.

Pero es la misma prosa de Lispector que da forma a los pensamientos de la protagonista a través de un narrador igualmente particular, lo que invierte esta percepción mediante una tendencia a dar un significado opuesto a las imágenes comúnmente aceptadas. Lo que en lenguaje coloquial se usa para describir lo bello, ella lo usa para describir lo feo, lo desagradable, lo mundano y viceversa.


Desarrollo

Vemos la vida de Macabea, la protagonista, a través de las letras —que no de los ojos— de un escritor ficticio quien la crea en sus páginas. Aunque él mismo reconoce que no es la más primorosa de las mujeres, como personaje suyo la ama y permite que se desenvuelva en las páginas de una manera que logra sentirse independiente de las decisiones del escritor, pese a que éste afirma tener el control de todo. Aquí damos con el que me parece que es el tema de la obra: el proceso de la escritura o los procesos por los que pasa el escritor al realizar su labor.

Casi la primera tercera parte del texto consta de las palabras del escritor dándose ánimos para, ya ahora sí, comenzar la historia; mientras va echando el lector migajitas de lo que será más adelante Macabea. Mientras se debate entre posponer lo más posible el iniciar con la historia como tal y dejar que sus palabras fluyan, podemos ver a la misma autora, aquí sí Clarice creo yo, dividida en estos dos personajes: por un lado, el proceso de ella como escritora, reflejada en nuestro narrador y por otro, su manera tan peculiar y opuesta al sentido común de ver el mundo reflejada en Macabea.

Si bien hacen su aparición en escena otros personajes, son ellos dos los que me parece llevan el tema de la obra a través de su relación extraña y, en realidad, inexistente, desde la perspectiva de ella. El proceso creativo se convierte en nuestra trama si escogemos darle ese peso, sin denigrar la trama real, que es la enmarañada y torpe vida de Macabea, lo que podría ser la forma de nuestro tema.

Todo esto ocurre gracias a la sinceridad con que se percibe la escritura de Lispector. Aún así, no se trata de una obra autobiográfica como tal. Hay escenarios, secuencias y atmósferas que provienen directamente de experiencias vividas, pero la trama como tal es un pretexto solamente para presentarnos preguntas profundas. Muchas preguntas, que son, en realidad, parte del estilo de Clarice.

En pocas palabras, Clarice habla de cosas grandes y profundas, a través de personajes humildes de lenguaje sencillo pero bello. Este mérito me parece especialmente importante puesto que, en lo particular, tengo la tendencia a usar palabras grandes para temas grandes y pequeños por igual.


Conclusión

«El mejor negocio es todavía el siguiente: no morir, pues morir es insuficiente,
a mí, que tanto lo necesito, no me completa» - pág. 53

Lo que más me gustó de descubrir a Clarice Lispector a través de esta obra es ver cómo el escritor puede esconder numerosas capas de cosas utilizando el lenguaje, los personajes y la trama. El conjunto de éstas nos habla de algo más que un escritor que escribe la vida de una tipa rara y que no parece entender la vida como nosotros —quienes podemos llegar a desesperar con las ideas de Macabea—. Nos habla de lo tortuoso y también gozoso del proceso creativo, de la vida de Clarice como autora, de las montañas rusas emocionales que atraviesa el que escribe y de la relación que puede establecer con sus personajes, sin dejar de lado el estilo particular para contarlo todo.

La mezcla de poesía y prosa de lenguaje claro da un sabor único a la obra de Clarice y una profundidad inusitada. Por suerte, tuve la oportunidad de acercarme a otras obras de la brasileña. Habrá otra reseña en el futuro cercano y podremos corroborar la esencia del estilo. Sin embargo, viendo esta obra de manera individual se puede deducir, al menos, que lo que caracteriza al estilo de Clarice es el no temer enfrentarse a tópicos profundos, casi metafísicos en ocasiones, utilizando como ya dijimos, personajes sencillos, pocos de hecho, y todos ellos con aspiraciones muy mundanas y lenguajes terrenales, pero cuyas interacciones o pensamientos personales nos hacen dirigir la mirada al cielo, contemplar su belleza, pensar en la calma de la muerte y luego volver a la vida, que puede ser caótica o una revelación mística, todo dependerá de cómo veamos el mundo y qué lenguaje, como Adán hizo al principio de todo, usemos para nombrarlo.

Imagen de portada tomada de esta página

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