lunes, 5 de junio de 2017

Polilla (poema)


I don't fly around your fire anymore - Audioslave

Cataratas de limón caliente y
de semillas de fuego
caen entre los pastos verdes
y, pese al rocío de la noche previa,
se incineran entre mil grititos de hojas
mientras los núcleos de la llaman entran,
se entierran
y comienzan a tejer su cobija de raíces.
Su cama de rocas recién nacidas,
fundidas y enfriadas
tantas veces
y en tan poco tiempo,
son finalmente digeridas por los jugos de la entraña.

Luego llegó el otoño:
incendio natural de la vida;
inmolación espontánea y gustosa
de los reflejos que danzan para dispersarse como ascuas.

¿De dónde sale entonces la ira?
En los bípedos terrosos va injerta,
pero no parece haber salido de la matriz férrea
puesto que ésta no enfurece,
contra el rayo que la desgrana y enrojece.
Muy por el contrario
retoma sus propios pedazos
y construye más allá de lo que antes
su inocencia le habría recomendado.

Los calvos seres,
ruidosos amantes de nadar contra la corriente,
se han embelesado,
como polilla ante las luces,
con la idea de hacer que la cabeza de su vecino
estalle en colores cálidos
como cuando la yesca baila.

Cuelgan desde el cielo
los puentes leñosos
y se adhieren a su propósito masoquista
de arder para retoñar y florecer.
¿Será la diferencia la sustancia compositiva?

Si nuestros miembros fueran ramas
y los cráneos granadas maduras,
¿sabríamos ver lo que se nos ofrece,
lo que en abundancia se nos regala
como energía potencial e inacabable,
en cada ocasión en que creemos
que la vida nos traiciona
y traspasa con la electricidad de su espada?

Fotografía tomada por mi en el sitio arqueológico de Monte Albán, Oaxaca, México.

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Polilla (poema)


I don't fly around your fire anymore - Audioslave

Cataratas de limón caliente y
de semillas de fuego
caen entre los pastos verdes
y, pese al rocío de la noche previa,
se incineran entre mil grititos de hojas
mientras los núcleos de la llaman entran,
se entierran
y comienzan a tejer su cobija de raíces.
Su cama de rocas recién nacidas,
fundidas y enfriadas
tantas veces
y en tan poco tiempo,
son finalmente digeridas por los jugos de la entraña.

Luego llegó el otoño:
incendio natural de la vida;
inmolación espontánea y gustosa
de los reflejos que danzan para dispersarse como ascuas.

¿De dónde sale entonces la ira?
En los bípedos terrosos va injerta,
pero no parece haber salido de la matriz férrea
puesto que ésta no enfurece,
contra el rayo que la desgrana y enrojece.
Muy por el contrario
retoma sus propios pedazos
y construye más allá de lo que antes
su inocencia le habría recomendado.

Los calvos seres,
ruidosos amantes de nadar contra la corriente,
se han embelesado,
como polilla ante las luces,
con la idea de hacer que la cabeza de su vecino
estalle en colores cálidos
como cuando la yesca baila.

Cuelgan desde el cielo
los puentes leñosos
y se adhieren a su propósito masoquista
de arder para retoñar y florecer.
¿Será la diferencia la sustancia compositiva?

Si nuestros miembros fueran ramas
y los cráneos granadas maduras,
¿sabríamos ver lo que se nos ofrece,
lo que en abundancia se nos regala
como energía potencial e inacabable,
en cada ocasión en que creemos
que la vida nos traiciona
y traspasa con la electricidad de su espada?

Fotografía tomada por mi en el sitio arqueológico de Monte Albán, Oaxaca, México.

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