viernes, 13 de diciembre de 2019

Hernán, la serie de Amazon Prime (Serie) (Reseña)

Captura de pantalla del chingón intro de Hernán, serie de Prime Video, de Amazon. 
Al final está el video del intro completo.

Veo que rara vez he cumplido con el cometido que me había propuesto —lo cual no es raro— de buscar y reseñar, llamémosles, obras de medios audiovisuales narrativas hechas sobre o en México, particularmente sobre su historia. Para abonar un poco a mi deuda, aquí dejo mi reseña —a mi estilo no tan reseñoso— de la serie Hernán, en Prime Video de Amazon.

Aclaración
Debido a los tiempos que corren —y a los tipos de gentes que corren dentro de ellos— me veo en la necesidad de empezar con una nota aclaratoria: soy restaurador de arte, esto quiere decir que muy buena parte de mi formación profesional es en historia —de México, obviamente— y embarradas de historia del arte. Además, mi trayectoria —palabra pomposa, iiigh— me ha alejado de las otras ramas de la Restauración como son las llamadas ciencias puras y duras.

Lo mio es la carnita humana, la sociedad, la cultura, una visión hasta romántica o nostálgica del pasado. No sé quien o si alguien lea esto, como siempre, pero si muchos de mis colegas de profesión, conocidos o desconocidos lo hacen, sepan que mi reseña va más en el sentido de la narrativa, lo audiovisual y la capacidad empática de la serie. Aquellos que gustan de denigrar este tipo de obras, especialmente hechas en o sobre México, por minucias como que si la ropa es anacrcónica, que si el penacho era o no era así o, mi favorito, que si la espada de Cortés es la mismísima Andúril, espada de Aragorn en El Señor de los Anillos —que, al chile, sí es, pero no importa—, pueden leer el texto si gustan, pero absténganse de hacer comentarios desos, por favor.

Narrativa
Con aquello en mente, hablemos de la narrativa. La serie está estructurada en ocho capítulos, cada uno de los cuales presenta mayor enfoque en cada uno de los principales personajes de la historia: Marina —la famosa Malinche—, Cristóbal de Olid, Xicoténcatl, Bernal Díaz del Castillo, Moctezuma, Pedro de Alvarado, Gonzalo de Sandoval y el mismo Cortés, respectivamente.

La serie en general podría situar su presente en 1520 cuando los españoles están atrapados junto con Moctezuma y su familia dentro del Palacio de Axayácatl, luego de la matanza perpetrada por Alvarado durante la ausencia de Cortés. Este es el eje de toda la temporada, que se trata de las reacciones y planes que hacen los personajes para salir de aquel embrollo.

Durante cada capítulo vemos escenas del pasado del personaje en turno. Unos flashbacks tan distantes como la adolescencia de Cortés, y tan recientes como la misma matanza de Alvarado en las afueras de Templo Mayor.

Repito, la idea me gusta y luego de varios capítulos funciona porque termina apoquinando información sobre todos los principales, aunque a unos les toca mucho y a otros les toca muy poco. Mi observación al respecto radica, pues, en que se supone que vamos a conocer al personaje en turno. En cambio, lo único que vemos es a Cortés a través de los ojos de ese personaje, y casi literalmente. Se ahonda poco en el titular del episodio, en su psicología, toma de decisiones, repercusiones, miedos, se vuelven tangenciales y giran absolutamente en torno a qué estaba haciendo Cortés en ese momento. Por ejemplo, el capítulo de Gonzalo de Sandoval, primo de Cortés nos hace ver casi todo el tiempo a Cortés como adolescente pendenciero y vivales, y solo una o dos veces nos deja conocer al primo por su cuenta —y eso es relativo—.

Tal vez por ello, pese a darle tiempo a un variado casting y algo de profundidad a cada uno, debo admitir que me costó trabajo reconocerlos a todos, fuera de los meros protagonistas, incluso ya por los últimos capítulos.

No obstante, la historia general y el matiz humano y, por ende, conflictivo de los acontecimientos mostrados me parece un acierto en lo general. Aunque mucha gente no lo crea, la Conquista no fue nada más un pasarles por encima a todos los indígenas con especial saña y odio. Hubo acontecimientos particulares, claro, pero es que así es la guerra. El hecho de que se muestre a los hombres de Cortés rebelándose en su contra o que se sepa que el rey envía gente para apresarlo por traidor a la Corona es parte del complejo rompecabezas que alguien en su situación habría tenido que resolver, tan bien como le fuera humanamente posible.

Ni Satán ni Santo, pues.

Audiovisual
Aquí creo que no hay debate. Visualmente, la serie es una chulada —casi todo el tiempo—.

Si hay algo que me active las fibras de ñoño histórico son las tomas abiertas donde se reinterpreta —nótese el énfasis en la parte de interpreta— tan bien como se ha podido, la ciudad de Tenochtitlan en medio del lago de Texcoco. Yo ni siquiera soy de la CDMX pero cada vez que voy no dejo de preguntarme, ¿cómo carajos se les ocurrió a los mexicas y luego a los españoles construir una ciudad ahí? ¿y luego dejarla crecer y crecer? Creo que puede ser esencia mexicana: somos contreras, si dicen que no se puede, hay que demostrarles lo contrario.

La iluminación es casi todo el tiempo muy buena. La reconstrucción de espacios me parece atinada —salvo un lugar en específico, cuya pintura mural me pareció más mixteca que mexica, pero no soy experto así que, meh—. En otra reseña leí que se preguntaban si sería por falta de dinero o extras pero que Tenochtitlán parecía como abandonada, sin gente. En parte lo sentí, pero en parte tiene sentido porque nos muestran a la gente escondida en sus casas cuando están los españoles ahí. Además, no creo que sea todo el tiempo. Sí podían haberla llenado más de vida, pero tampoco me parece un crimen castigable.
Ver que se tomaron la molestia de policromar todos los edificios, poner pinturas murales, decorar las esculturas de Mictlantecuhtli y ponerles el cabello que tenían en su momento de uso, ver a la Coyolxauhqui polícroma al pie de Templo Mayor, etcétera. Estas cosas me emocionan y no tienen porque ser históricamente exactas y perfectas. Con que se acerquen y den una idea de cómo era el mundo entonces, basta. Además, hacerlo exacto como era es una imposibilidad por dónde se le busque.

Mención especial a la paleta de colores. Muchas de las escenas tienen una paleta dominada por una tonalidad anaranjada contrastada con un verde que juntos hacen que, efectivamente, se asemejen muchas escenas a los colores de algunas pinturas murales prehispánicas. El esporádico uso de la cámara lenta fue acertado y, por último, los créditos del inicio me parecen una maravilla visual y sonora —toda la música es muy muy buena también—. Véase video del intro al final del de este post.

Empática
Como mencioné un poco acerca de lo narrativo, la trama es buena y es presentada de manera no lineal. Esto no es bueno ni malo per se. Sólo es una decisión artística que en teoría aplaudo pero que en momentos parece que se les olvidó en quién había que enfocarse.

Sin embargo, uno de los objetivos de toda narrativa es hacer empatizar al que observa con los observados, y no sólo con el héroe o protagonista; todos sabemos lo apasionante que puede ser empatizar con el antagonista o villano. Eso faltó acá.

Creo que, debido a que se enfocan tanto tiempo en ellos, no puede uno evitar conectar con Hernán, con Marina y, en menor medida con Xicoténcatl. Aunque después de su capítulo, queda un poco relegado al fondo, con él logra que el espectador se mantenga al pendiente, en el futuro, de lo que el guerrero hace o deja de hacer. Su hermana, Tecuelhuetzin, también logra cobrar peso hacia el final de la temporada.

Es agradable ver que estuvieron dispuestos a que Cortés no fuera un simple recorte de cartón, malvado o sanguinario, o ambicioso en niveles caricaturescos. La actuación no es mala y en momentos es muy buena, pero creo que sea extraordinaria. Quien me pareció que actuaba natural y de manera creíble es Cristóbal de Olid, quien, como Xicoténcatl —que también actúa muy bien—, tiene un interesante capítulo propio, para luego quedar relegado al fondo. Y, si quisieron que Alvarado fuera un malo mezquino de caricatura, ése sí lo consiguieron, aunque no me parece que eso sea un acierto.

Conclusión
La ficción histórica es primero aquello y luego lo último: primero ficción, luego historia.

En México, siempre digo que hay una especie de miedo reverente al pasado: unas cosas no se tocan por pseudorrespeto —que se termina convirtiendo en negligente ignorancia— y las otras se deforman a tal grado que el bueno es hiperbueno y el malo es hipermalo, se convierten en estatuas monolíticas, una no se toca y la otra jamás será considerada.

Esto nos ha impedido reinterpretar y dar vida nueva y constante a nuestro pasado que es, casi sin lugar a dudas, mucho más rico, variado, misterioso, enigmático e inexplicable que el de otros países que, sin embargo, no dejan de explotar las minas de determinados periodos suyos.

En lo narrativo, así como en recursos naturales, México tiene de los más vastos yacimientos de materia prima para explotar. Y por no tener ganas, dinero, valor, o los medios, no los extraemos, ni los procesamos ni los vendemos. Igual que en lo económico, nos limitamos a prestar la tierra y comprar luego sus productos refinados por otros, como cuando se llega solo a consumir maíz gringo, para cerrar el símil.

Nota: no sé si fue idea/alucinación mía, pero estoy casi seguro de que muchas cosas las tomaron usando a la serie del History Channel, Vikings, como plantilla. No que esté mal, no veo plagio. Y si te vas a inspirar, inspírate en quien hace lo que tú pero mejor.

Este paso me parece uno muy bueno: una coproducción de los involucrados —España y México, poético— y sobre todo, porque en lo general, deja de lado la polarización, muestra personajes humanos, acerca una versión de su pasado al mexicano, que sabe que existe pero no lo mira por miedo o ignorancia, como si del Arca de la Alianza se tratara.

Tenemos que seguir motivando y consumiendo estos acercamientos. Unos fallarán y otros acertarán parcialmente. Pero, mientras más haya, más nos acercaremos a la calidad que rebosa en las producciones de otros países,  con menos historias que contar; y esa demanda y consumo ayudarán también al hacer notar a las instituciones y corporaciones relacionadas, que las historias que hablan sobre y desde México valen la pena perseguirse y producirse con calidad —y eso que ni hablamos de otros géneros como la literatura fantástica mexicana—.

Finalmente: vale la pena ver la serie, apagar el excesivo criticismo sobre el detalle y la nimiedad y tratar de dejarse llevar por una historia escrita para la televisión que intenta contar las vivencias de gentes de hace 500 años. No se trata del destino políticoculturalsociológico del país. Se trata de una serie que hace lo que puede para entretener, dar un panorama general, y hacer volar la imaginación. No esperen la mejor obra de la década, ni una afrenta a la nación.

Nota 2: Una chingonería tener a los actores hablando en una variedad de lenguas indígenas. Esos detalles ayudan a la inmersión y me parecen una muestra de respeto a dichas lenguas y a quien ve la serie —aunque haya quien piense que hacerlo leer subtítulos es un error, al cuerno con ésos—.

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