martes, 26 de noviembre de 2019

No olvide su sombrero (poema)



Creo que ya encontré el camino.
Eso es lo más difícil.

Es lo mismo que pasa
con alguien que comete una falta:
la asume, se arrepiente, se le reinstaura en sociedad,
y luego, pese a comprender ya
el calibre de sus actos,
consciente del veneno que se sirve
y que reparte al llevarlos a cabo,
toma su voluntad, la copa hasta los bordes,
y se clava en el pecado hasta la náusea.

Como ya encontré el camino, me pierdo.
Pero sólo en mi interior,
en la decisión de si seguirlo o abandonarlo.
Eso es lo más difícil, insisto.
Porque el que ofende por ignorante ofende una vez,
el que mata con cizaña, mata dos.

La barranca no es menos inmisericorde
porque sepamos cuántos metros debemos escalar para salir
Si estoy en lo correcto, admito que siento algún alivio.
Pero aún así la pendiente no cede:
Saber que la pluma y el tintero están ahí,
como siempre han estado,
sólo desinflama una parte de los nervios.
Los restantes entran en un estado de alerta,
se erizan como lomo de gato
y a la menor amenaza de cambio
uno mismo se ensarta las garras en la cara.

A veces, el camino está hecho de dos caminos.
Y a veces el de uno está inundado o enfangado.
El ajeno se viste de primaveras,
de mañanas perezosas y conflictos de almohadas.
Entonces recuerdo por qué
es que esto es lo más difícil:
porque el camino al abismo es color rosa
y está pavimentado con cacao.
Mientras que para llegar allá,
donde uno se espera a sí mismo desde el nacimiento,
el sendero desaparece bajo la selva,
los pasos de otros humanos se van quedando atrás;
unos devorados por fieras
y otros tantos que se ven aún allí sentados,
esqueletos descansando en el fondo de sus zanjas.

Esto es, en fin, lo más difícil:
dejar un camino para encontrar otro camino.

La imagen del encabezado la encontré en el Instagram de art.rouniss

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