martes, 29 de septiembre de 2009

Séptima estrella...

Siete años atrás...
Cuaderno de notas (el comienzo de todo)

Era la hora del atardecer. Un atardecer como no había visto antes.
Las flamas del cielo se reflejaban en los ventanales de las casas y éstas se teñían de un anaranjado encendido.
Estaba sentado en una banca del parque, sin nada mejor que hacer que fumar un cigarro que parecía eterno e inundaba mi atmósfera con una cadencia enervante.
Era una tontería en verdad que estuviera ahí sentado, esperando. Apenas la noche anterior me vi en mis sueños sentado precisamente en esa banca de ese parque a esa precisa hora de la tarde, igualmente esperando ansioso. Sin embargo dicho sueño terminó justo en el momento en que una silueta descomunal y de aura...¿cómo decirlo?...antigua, llegaba a mi lado y posaba su mano gigante en mi hombro.
Durante toda la mañana siguiente me torturé con la imagen del gigante que se acercaba a mi. Así que tomé la resolución que ya resulta obvia.
Estaba por terminarse mi eterno cigarro cuando me sentí observado como por mil ojos. Violentamente volteé y me encontré con este hombre (quien para nada era un gigante) que me miraba fijamente por debajo de la sombra que le proporcionaba su sombrero de ala ancha.
Me pusé en pie y se acercó a mi.
Por algún motivo que por mucho tiempo desconocí, estiré mi mano hacia él mecánicamente tras lo cual me dio una tarjeta con tan solo un número teléfonico garabateado apresuradamente.
Después dio media vuelta y echó a andar después de decir con voz gravísima y gutural:
- Llámeme temprano. Mañana será un día negro.

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Séptima estrella...

Siete años atrás...
Cuaderno de notas (el comienzo de todo)

Era la hora del atardecer. Un atardecer como no había visto antes.
Las flamas del cielo se reflejaban en los ventanales de las casas y éstas se teñían de un anaranjado encendido.
Estaba sentado en una banca del parque, sin nada mejor que hacer que fumar un cigarro que parecía eterno e inundaba mi atmósfera con una cadencia enervante.
Era una tontería en verdad que estuviera ahí sentado, esperando. Apenas la noche anterior me vi en mis sueños sentado precisamente en esa banca de ese parque a esa precisa hora de la tarde, igualmente esperando ansioso. Sin embargo dicho sueño terminó justo en el momento en que una silueta descomunal y de aura...¿cómo decirlo?...antigua, llegaba a mi lado y posaba su mano gigante en mi hombro.
Durante toda la mañana siguiente me torturé con la imagen del gigante que se acercaba a mi. Así que tomé la resolución que ya resulta obvia.
Estaba por terminarse mi eterno cigarro cuando me sentí observado como por mil ojos. Violentamente volteé y me encontré con este hombre (quien para nada era un gigante) que me miraba fijamente por debajo de la sombra que le proporcionaba su sombrero de ala ancha.
Me pusé en pie y se acercó a mi.
Por algún motivo que por mucho tiempo desconocí, estiré mi mano hacia él mecánicamente tras lo cual me dio una tarjeta con tan solo un número teléfonico garabateado apresuradamente.
Después dio media vuelta y echó a andar después de decir con voz gravísima y gutural:
- Llámeme temprano. Mañana será un día negro.

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lunes, 28 de septiembre de 2009

Séptima estrella...

Primer destello de la noche...

Cuaderno de notas (antes del final)

Llueve. La noche llueve, en silencio pero constante. Resuenan los pasos huecos en las losas de la calle apenas alumbrada por un farol solitario. Igualmente resuena la colisión de la pluma sobre el papel mientras escribo iluminado por una única vela que parece tiritar de frío.
De alguna manera sabía que cuando el fin se acercase lo sabría.
Más no pensé que la sensación fuese tan abrumadora. Como una garra que apretara la espalda insistentemente.
Y es a éstas alturas que me doy cuenta que la única manera de perpetuarme y sobrevivir es escribir lo que he visto y oído para que no caiga en la garganta negra del olvido y en cierta medida para convencerme a mí mismo que todo lo sucedido ha sido real y no el producto del más terrible delirio.
Ya vienen por mí, eso seguro. El vaticinio resulta inexpugnable. Solo queda esperar la señal...el primer destello de la séptima estrella roja.
Pero antes que eso ocurra hay algunas cosas que deben ser terminadas. La primera es éste relato de las cosas sucedidas que por insano que pueda aparecerse por momentos, debo aclarar a quien quiera que sea mi desdichado lector, es terriblemente real.
Después, y espero mi interlocutor a través del papel lo comprenda, terminaré lo que comenzamos aquella tarde en el Risco Negro...he decidido que no he de irme sólo a dónde quiera que las sombras pretendan llevarme.
Así es que comienza mi relato hace 7 años al salir de una biblioteca titánica de tomos olvidados y libros prohibidos...

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Séptima estrella...

Primer destello de la noche...

Cuaderno de notas (antes del final)

Llueve. La noche llueve, en silencio pero constante. Resuenan los pasos huecos en las losas de la calle apenas alumbrada por un farol solitario. Igualmente resuena la colisión de la pluma sobre el papel mientras escribo iluminado por una única vela que parece tiritar de frío.
De alguna manera sabía que cuando el fin se acercase lo sabría.
Más no pensé que la sensación fuese tan abrumadora. Como una garra que apretara la espalda insistentemente.
Y es a éstas alturas que me doy cuenta que la única manera de perpetuarme y sobrevivir es escribir lo que he visto y oído para que no caiga en la garganta negra del olvido y en cierta medida para convencerme a mí mismo que todo lo sucedido ha sido real y no el producto del más terrible delirio.
Ya vienen por mí, eso seguro. El vaticinio resulta inexpugnable. Solo queda esperar la señal...el primer destello de la séptima estrella roja.
Pero antes que eso ocurra hay algunas cosas que deben ser terminadas. La primera es éste relato de las cosas sucedidas que por insano que pueda aparecerse por momentos, debo aclarar a quien quiera que sea mi desdichado lector, es terriblemente real.
Después, y espero mi interlocutor a través del papel lo comprenda, terminaré lo que comenzamos aquella tarde en el Risco Negro...he decidido que no he de irme sólo a dónde quiera que las sombras pretendan llevarme.
Así es que comienza mi relato hace 7 años al salir de una biblioteca titánica de tomos olvidados y libros prohibidos...

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