Personajes de obra
El dedo alzado
reclamando fama y decadencia.
Dios a través de su molacha sonrisa
silba como pajarillo inocuo.
La botella de vino,
torpemente dejada en la orilla de la mesa
La sangre se aleja del dedo,
cada vez más blanco
los otros lo imitan y
el gesto acusador se convierte
en súplica.
El vientecillo vivo desciende
agita los vellos ralos del dorso
de una mano blanca
recién fallecida.
Una ligera brisa y la botella campanea
jugando en el abismo.
Sus aguas bailan con gusto mientras gira
precipitándose a la colisión.
La mano crispada cae.
El viento ahora fúrico, ruge.
El vidrio de la botella se fragmenta.
El contenido aún mantiene
la forma del extinto recipiente.
Se arremolina un hilillo de aire fresco
y se introduce en las fosas nasales
del cuerpo pálido.
Tras un segundo eterno
la mano languidece,
se tiende y luego
se crispa de nuevo en gesto
de increíble esfuerzo.
La mano se apoya en el suelo,
sobre la mancha de sangre y vino
par aponer de pie al cuerpo entero.
El viento recorre el interior del cuerpo,
reanima las células entumecidas y da
calidez a las extremidades embotadas.
Vuelve a salir por las fosas y por la boca.
El contenido se deforma conforme los
fragmentos de cristal se astillan
y dispersan.
El licor se desparrama por el suelo,
se extiende como el oleaje.
Se mezclan olas de vino con gotas de sangre y el extraño coctel se impregna en las manos velludas de un hombre que con trabajos se pone en pie, suelta un suspiro y prosigue el camino que por alguna razón vio interrumpido.
reclamando fama y decadencia.
Dios a través de su molacha sonrisa
silba como pajarillo inocuo.
La botella de vino,
torpemente dejada en la orilla de la mesa
La sangre se aleja del dedo,
cada vez más blanco
los otros lo imitan y
el gesto acusador se convierte
en súplica.
El vientecillo vivo desciende
agita los vellos ralos del dorso
de una mano blanca
recién fallecida.
Una ligera brisa y la botella campanea
jugando en el abismo.
Sus aguas bailan con gusto mientras gira
precipitándose a la colisión.
La mano crispada cae.
El viento ahora fúrico, ruge.
El vidrio de la botella se fragmenta.
El contenido aún mantiene
la forma del extinto recipiente.
Se arremolina un hilillo de aire fresco
y se introduce en las fosas nasales
del cuerpo pálido.
Tras un segundo eterno
la mano languidece,
se tiende y luego
se crispa de nuevo en gesto
de increíble esfuerzo.
La mano se apoya en el suelo,
sobre la mancha de sangre y vino
par aponer de pie al cuerpo entero.
El viento recorre el interior del cuerpo,
reanima las células entumecidas y da
calidez a las extremidades embotadas.
Vuelve a salir por las fosas y por la boca.
El contenido se deforma conforme los
fragmentos de cristal se astillan
y dispersan.
El licor se desparrama por el suelo,
se extiende como el oleaje.
Se mezclan olas de vino con gotas de sangre y el extraño coctel se impregna en las manos velludas de un hombre que con trabajos se pone en pie, suelta un suspiro y prosigue el camino que por alguna razón vio interrumpido.
Etiquetas: Antifilosofía, cuento, Grito, poesía
2 comentarios:
Hombre carajo!!!
esto está buenísimo!! D:
Si hay algo que envidiarte, es la inteligencia con que articulas lo que escribes. Espero que no te moleste tanta oleada de comentarios, pero ya sabes como trabajo mi tiempo :P
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