jueves, 10 de enero de 2019

Sextando (pensamiento)


A menudo quiero creer —y creo que muchos hay como yo, sino es que todos— que en algún punto el conocimiento, la experiencia, el karma, el plan cósmico o cualquier dispositivo mágico que controle los destinos que el lector quiera escoger, habrán de darme una herramienta, poder, habilidad o noción de cómo funcionan las cosas y que terminará por resolver todas las dudas que la vida presenta conforme ésta se bifurca. Una vez obtenido este remedio infalible los momentos de tribulación que antes podrían paralizarme se verán resueltos con la misma facilidad con que hoy uno se quita los pantalones.

Pero sabemos, o por lo menos es lo más probable, que no exista semejante panacea. No existe el arma o conjuro adecuados que, una vez obtenidos nos garantizarán la victoria. Vamos, ni siquiera existe algo que asegure la certeza de que podremos ir por la vida sin tropezar, espinarnos y padecer hambre e insolación. Yo por lo menos pediría algo así: un invento que me tranquilizara con la promesa de reducir los dolores y angustias que uno soporta infligidas por otros pero más a menudo por uno mismo.

Por eso hoy propongo que quienes vivimos esperando, abierta, inconsciente o secretamente, el talismán que lo resolverá todo —unos le llaman religión, otros ciencia, otros autoayuda, psicología, magia y algunos remedio, milagro o hechizo—, nos enfoquemos no en encontrar sino en construir una herramienta cuyo propósito único sea el ayudarnos a saber en qué aguas estamos navegando, cuáles son los mares aledaños, y sobre todo, a corregir el curso al que apunta nuestra pequeña nave.

En lugar de procurarnos un amuleto que calme las tormentas al ejecutar determinada danza acompasada con ciertos golpes de tambor, con aquello que tenemos a la mano y lo poco que sabemos, construyamos cada quien un sextante personal. La metáfora me ha parecido perfecta porque no se trata de una brújula fija que sólo diga "hacia allá está el Norte, igual que ayer, igual que antier"; y muchos menos es un GPS que te diga con voz robótica y acento extranjero "en 500 metros dobla a la derecha porque a la izquierda sólo van los ineptos, holgazanes, o los soñadores y los fracasados".

El sextante ha de ser adaptado a numerosas reglas, pero sobre todo, a la situación actual y particular del individuo que lo tiene asido con fervor entre las manos. Lo toma uno y ya desde allí el proceso es personal. La altura del sujeto afecta la lectura, la decisión de qué objeto celeste será nuestro guía es otra. Si bien en la vida real los astros confiables son pocos, siguiendo esta gran analogía náutica, uno es capaz de decidir cuál es su punto de referencia. A partir de ahí, depende de la habilidad de manipulación que uno hace del instrumento y de su conocimiento de las fórmulas y cálculos que se han de hacer.

Yo, particularmente, siempre he creído que la acumulación constante y permanente de conocimiento sería la clave que me mantendría a flote, que me dará la solución al problema, cuando sea que sienta que he perdido el rumbo. Y en parte no creo estar equivocado. Pero la mera absorción de datos o vidas enteras a través de libros, por ejemplo, no es suficiente para que uno recalibre los pasos que va dando. Esto queda sujeto a final de cuentas a los deseos de uno. Y estos no serán los mismos en cada etapa de la vida.

El problema es no saber y no poder decidir hacia dónde se quiere dirigir uno.

Como llevo varios párrafos diciendo, ninguna herramienta, ni un sextante magistralmente empleado, puede decir a dónde se quiere ir si uno mismo no se sienta a decidirlo. Los métodos para llegar a la decisión de dónde tocar puerto son infinitos e individuales. A final de cuentas es uno el que le tiene que decir al sextante a dónde quiere que lo lleve.

Imagen tomada de un pin que encontré acá

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4 comentarios:

Blogger Unknown ha dicho...

¡Uf! justo en este momento me identifico con lo que escribes. Siempre es difícil tomar decisiones que te sacaran de ese lugar cómodo en el que te encuentras, aunque no necesariamente el mejor. Se suele experimentar, por lo menos yo, una extraña mezcla de sentimientos entre miedo a lo desconocido, inseguridad y nostalgia por lo que se podría dejar atrás. Yo también he pensado en lo fácil que sería mi vida si existiera algo, lo que sea, que me ayudara a tomar el mejor rumbo para tener una vida provechosa que me garantizara éxito y felicidad. Afortunadamente o desafortunadamente conforme pasan los años te das cuenta que no hay nada más, solo estas tú, solo tú eres responsable de lo que te pasa. Aunque claro, siempre puedes responsabilizar y echarle la culpa a alguien o a algo más, pero como bien dices lo mejor siempre será construir herramientas que nos ayuden a ir capoteando este mundo indiferente a nuestra felicidad. Creo que siempre será bueno pensar y meditar antes de actuar, pero también se necesita, creo yo, un poco de arrojo para realmente movernos.

11 de enero de 2019, 9:14  
Blogger Manuel Malagüero ha dicho...

Sí, pues. Es bien difícil el solo hecho de "moverse". Yo tengo ahorita esos dos problemas: que no estoy encontrando las fuerzas para moverme, y, que si las tuviera, no sé en realidad si quiero seguir el mismo camino que hasta ahora. :/ Son tiempos raros, pues.

16 de enero de 2019, 17:48  
Blogger Uriel Cormorán ha dicho...

Qué chingón invento te acabas de conjeturar, quisiera que fuera parte de los artilugios sacros de alguna de mis tribus sectarias, les quedaría perfecto a los salatielistas, por ejemplo.

8 de marzo de 2019, 11:53  
Blogger Manuel Malagüero ha dicho...

Bueno, el sextante obvio no es invento mio, jajaja. Sólo digamos que le propongo un nuevo uso además del naval. Y si lo retomas de esa manera para tus tribus sectarias, estaría bien chingón. :D

21 de marzo de 2019, 10:01  

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