domingo, 21 de febrero de 2010

Un círculo perfecto

Otra vez despertó sobresaltada, perlada de sudor la piel y sus ojos querían salirse de sus cuencas.
Otra vez tuvo la pesadilla que hacía meses que la atormentaba por las madrugadas.
Otra vez se puso a recordarlo todo con detalle, para decirse a sí misma que, con toda lógica, aquello no podía ser más que un mal y tedioso sueño, alimentado probablemente por las extrañas cosas que solía imaginar entre las sombras azules del cuarto.
Respiraba entrecortadamente. Se sentó en la orilla de la cama y miró un momento el vacío negro del pasillo. La sed terminó venciendo a su aprehensión y con algo de ansiedad se puso de pie.
Fue a la cocina y se llenó un vaso con leche fría, la cuál hizo correr por su garganta sin siquiera saborearla un poco. Volvió a su cama y se acostó con la mirada fija en las grietas del techo, recordando.
En su sueño comenzaba a caminar por la orilla de un enorme rascacielos. Podía fácilmente dar saltos y hacer piruetas sin temor. Sentía entonces, que una extraña corriente de viento, salida de quién sabe dónde, la hacía caer a cientos de metros del edificios desde cientos de metros de altura.
Después, aterrizaba en un callejón húmedo, iluminado intensamente por una luz amarillenta y cuya entrada no alcanzaba a divisar. Por alguna razón la atmósfera del lugar la inquietaba. Se incorporó de repente porque había escuchado un siseo que le recordaba al deslizarse de una sábana.
A su derecha acababa de aparecer una ventana pequeña. Habiéndose subido a unas cajas podía ver a través del orificio. Del otro lado había un cuarto oscuro, todo era color negro y azul, y la insólita luz del callejón no podía entrar. En la cama, que se vislumbraba apenas, no había nadie.
Su sueño continuaba cuando ella bajaba de las cajas y se disponía a salir de aquel lugar. Fue en ese momento que el siseo volvía más fuerte que antes. Rápidamente regresaba y se asomaba por la ventana que ahora, por alguna razón, estaba del lado opuesto de la callejuela. Aunque ella ni siquiera lo notó.
Podía ver el mismo cuarto, pero una puerta se abría y entraba una mujer esbelta y de cabello largo y ondulado que se metía con pesadez en la cama y dejaba sus claros ojos clavados en cierto punto en el techo.
Aguzaba la vista para ver mejor desde el callejón en que se encontraba y trataba de evitar que la luz sobrenatural que inundaba el callejón se reflejara en el cristal de la ventana. Creía haber visto una sombra que cruzaba el umbral de la puerta, devorando la poca luz que había en la habitación. Ella gritaba y golpeaba el cristal para advertir a la que dormía, pero no servía de nada. Entonces fue jalada hacia atrás y cuando creyó haber caído en el frío suelo había despertado sudorosa sobre su cama.
Seguía mirando fijamente el techo, tras haber recordado el sueño, y haciendo dibujos en sus fisuras. De repente, tras haberse resignado a una noche de poco descanso, escuchó que una voz gritaba desde algún lado. Después se impresionó al darse cuenta que la voz gritaba su nombre. Se sentó de golpe en la cama y volteó hacia todas direcciones, mas no vio nada. Oyó después los golpes y gritos en su ventana y con una sorpresa horrible se descubrió a sí misma afuera en un brillante callejón con una expresión totalmente desencajada.
Pero ya no supo más. Una indescriptible y anormal sensación de absorción se acercó a ella desde atrás y, como en un agujero negro, fue devorada junto con la luz y el aire a su alrededor. Todo quedó oscuro.
Ahora que abre los ojos, se da cuenta que está en su auto y que hace tiempo que la luz verde se encendió, gracias a las injurias que le gritan los conductores detrás de ella. Conduce a su trabajo en una gran compañía bancaria que tiene un enorme edificio en el centro.
Llega la hora del descanso y siente un hambre repentina. Se dirige con prisa al ascensor. Una desconocida sensación de que ha olvidado algo en uno de los pisos superiores le oprime el estómago aún más que la sensación del hambre.
Al llegar, se da cuenta que subió hasta la azotea. Siente el soplar de una fresca y ululante brisa. Y ahora decide acercarse un poco más a la orilla para tener una majestuosa y memorable vista de la ciudad.

-Fin-

Redactado: 11 de Junio de 2007

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