miércoles, 24 de febrero de 2010

Desvariando

Y se me cae el techo en pedazos
rebotando sobre mi cráneo plagado de polillas nocturnas
que rebolotean con un sonido como de locomotora
buscando el brillo enceguecedor
de la herida en mi mano;
de la marca tatuada en la piel de mi habitación.

¿A qué viene tanto desbarajuste?
Si al final somos rocas rechazadas por el cantero y el escultor...
si al final somos las cáscaras de los frutos consumidos.
Los espacios que eran nuestros nos han sido arrebatados.
Hasta el último resquicio de mis pulmones
ha sido embargado, incautado.

¿Con qué objeto te has arrojado por el balcón?
Para qué si tu recuerdo pasará ignorado
frente a un mundo impasible que se niega a percibir
las grandezas de sus más jodidos miembros.
Ahora comienzan las vueltas de la habitación
y nos vemos arrojados a las paredes.
Y, como si en ello nos fuera la vida,
gateamos por el muro hasta la ventana
para permitir que las ideas presurizadas dentro
salgan disparadas a los incautos allá afuera
y rezamos porque hagan cambiar
la cualidad de percepción visual y psicológica
de cuando menos alguno de esos seres que se dicen: "pensantes".

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