sábado, 20 de julio de 2013

La más extraña de las calmas

El conflicto se engendra en uno, y lo consume únicamente a uno. 
Tanto en el presente como en el futuro.

El pánico nunca fue tan gracioso. Risa histérica y manos sudorosas echas nudo en los bolsillos.
La sorpresa al descubrir que sentía la más extraña de las calmas. La más inusual alegría, casi contradictoria.
El cerebro haciéndose preguntas que al resto del cuerpo le importaban un carajo. Al final el encéfalo decidió unirse a la fiesta de no-cumpleaños.
Caminar por la calle sintiendo el cuerpo indestructible pese a la certeza de pequeñas muertes acechando.
Ser el pequeño pájaro en tu ventana, que te canta una canción.
La cobardía es el peor pecado, porque engendra en uno toda clase de odios ajenos y propios. Lo hunde a uno en su propia porquería y ceguera. El salto de fe, esa fe estúpida, es la única solución. Por torpe que resulte el movimiento del cuerpo, el valor de desprenderse del piso desconociendo el punto en que las plantas de los pies, o la cara se toparán de nuevo con el asfalto caliente es lo que verdaderamente importa. 
De ahí la magnanimidad del destino con quien se somete al juicio imparcial pero fatal de lo desconocido, del miedo verdadero. Las debidas salvas para quien cae conciente de haber intentado. Azotes de conciencia y carne para quien quiso abrazar su duda infinitamente.
:)

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