Últimamente me he dedicado mucho a pensar en lo ridículamente ambivalentes e indecisos que somos los humanos. Creo que mi trabajo posterior (sea que llegue a publicarse o no) tendrá trasfondos de esa naturaleza. No porque haya descubierto el hilo negro. Ya lo he dicho, tanto explícita como metafóricamente: para mí el mundo y el universo en sí son la conjunción armónica de opuestos que se suceden en ciclos equitativos en duración y magnitud, más o menos, pues. Pero ese es el orden en apariencia caótico del universo, según nuestra corta vista nos deja imaginar.
El humano parece haberse dedicado —desde que una chispa, ya de fuego, ya de conciencia, alma o espíritu se encendió en su cerebro y le hizo preguntarse qué o quién o cómo o por qué es lo que es— a llevarle la contra a la Naturaleza en dicho orden supuestamente caótico. Si no se acomoda a lo que nosotros entendemos como deber, o bien, o propósito, lo desechamos. ¿Y para qué? Para luego añorar lo que se ha perdido.
Francamente som…
Iridiscente
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