En algún paraje que no he visto
La bicicleta empezó a estorbarme y la dejé a un costado.
Sólo entonces me percaté de que el camino era una franja gruesa y alta de paja.
El cuello de la camisa también comenzó a obstaculizarme la respiración.
Para ahorrar movimientos me quité la camisa por completo.
Le di un mejor uso como almohada.
Tomé un puño de paja que se alejó pronto de mi mano llevado por el viento.
No iba a permitirlo. Tomé otro puñado y me lo metí a la boca.
Mientras masticaba complacido te apareciste.
Te veías diferente. La luz de tu rostro seguramente titubeaba en su camino desde allá arriba hasta acá abajo.
-¿Cuándo piensas bajar, eh?
-No lo sé. Prefiero quedarme en donde el aire no me aplasta los pulmones. A mayor altura, menos disgustos.
Pero finalmente te sentaste apoyando la espalda contra la gruesa lámina de paja del camino.
Vimos la vida pasar...durante unos momentos, sin decir palabra y dejando que nuestro silencio hablara por nosotros. Tal silencio a veces entablaba conversación con el viento, pero éste desistía pronto pasándonos de largo.
El sol que se hundía se aferraba al cuadro cromado de la bicicleta. Pensé en preguntarte algo pero se me esfumó en el aire.
Luego tú tomaste la palabra:
-Te deja pasmado, ¿no?
-Sí. Pero me impresiona más si cierro los ojos. -Contesté suponiendo que te referías al paisaje que nos engullía como rodajas de papa.
Luego se generó otro discurso silencioso. Volteaste y enganchaste tus ojos lechosos de los míos. Y como una alimaña curiosa y maliciosa me mostraste media sonrisa con todo y dientes.
Entonces entendí los ojos se me abrieron como un tronco que cediera ante un hachazo.
-Sí. ¿Puedes decirme dónde estamos?- preguntaste.
Mire en derredor, pese a que no tenía idea y a que sabía que voltear no me daría la respuesta. Mientras paseaba la mirada por los campos planos, amarillos y verdes con árboles solitarios dispuestos aleatoriamente, te pregunté en voz muy baja:
-¿Cómo carajos llegaste?
Ya no me sorprendí al cambiar mi vista de dirección y comprobar la sospecha que se esbozaba en mi. Te habías desvanecido...otra vez.
Etiquetas: cuento, fotografías, Pensamiento
5 comentarios:
Siempre (exagero) he pensado que a mayor altura, menos disgustos.
Es Dylan el que yace solemne?
"Bastante onírico" comentario bastante común, que indiferentemente le viene como anillo al dedo (hasta ahora nunca le había visto el lado escatologico a esa frase)....
Para Alina: Me parece es su broda, del día en que Manuel parecía zambullirse en sus pensamientos.
Emociones y pensamientos llegaron a mi mente a leer los versos escritos.
De verdad creo que debemos consumar lo escrito, debemos de ir a la Primavera a mirar el cielo y dejar pasar nuestras vidas. (invito al escritor, a Graju y a Alin Munda)
Pues cuando se pueda y se animen; na mas me dicen venga, y voy
Pasó algo de tiempo para poder leerlo, pero agradable es...
Uno nunca sabe cómo llegan y se desvanecen.. quizá nunca se han ido, en ocasiones los desaparece nuestra propia persona.
Yo aún me sigo preguntando ¡¡ ¿Cómo carajos llegaste? !!
jaja, respuestas fáciles para preguntas complicadas. Lo cierto es que cuando alguien te estima nunca se desvanece.
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio