sábado, 22 de diciembre de 2012

Revelación

Se trató de una revelación compartida. Aunque me pregunto si se sigue llamando revelación cuando ambos dialogantes ya sabían lo que se decían y nada más se hacían tontos. ¿Será?
Los secretos a voces, a veces ensordecen. Y definitivamente, los que se comparten pueden volverse como tumultos rampantes en las cabezas cómplices. Sobre todo si es la misma historia la que se cuentan, con los mismos personajes: ellos mismos.
Algunas pobres personas sordomudas necesitamos que nos comuniquen los deseos ajenos con letreros y dibujos, porque, como bien sabemos, eso del diálogo nos queda medio velado por las brumas de las miradas (y oídos) ajenos.
¿Puede decirse, repito, que uno le revela a otro algo que éste ya sabía? ¿Y puede aquel decir que devuelve el gesto de complicidad con el primero, siendo que también ya conocía el supuesto secreto?
Rara vez vemos revelados así nuestros tesoros y nuestra mugre. Es por eso que se vuelve una verdadera catarsis el compartirlos. ¡Ahora imaginen el gozo e incertidumbre del suave golpe mutuo, reservado y exclusivo! Ah, es como hablar con alguien que complete tus oraciones justo con el tono y palabras que uno pensaba utilizar.

Repito: Los secretos a voces, a veces ensordecen. Tanto si se dicen, como si no.

Etiquetas: ,

1 comentarios:

Blogger Uriel Cormorán ha dicho...

Yo de esto ya sé el tono

31 de enero de 2013, 23:31  

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio