martes, 27 de diciembre de 2016

Mascaradas autómatas (poema)

Cada vez son más los grupos que se reúnen
en sus tertulias ficticias
a beber té barato
o café insípido
y a lamerse mutuamente las axilas.

Cada vez son más los que presumen y los que pregonan
y aún más, exponencialmente, los y las víboras que caen ante sus cantos.
Se multiplican los títeres danzarines
y el Gran Titiritero, inteligente pero limitado,
dispone las cuerdas de las vidas de los imbéciles de modo que se enreden,
se atasquen, se estrangulen, se amen, se mutilen y se muevan otra vez.
No necesariamente en el orden mencionado.

El mundo es un grupo de gentes reunidas en grupos,
limitadas por sus propias normas que exigen limitarse, definirse,
para evitar la contaminación de otros grupos,
sin saber que cada miembro pertenece a otros grupos, a su vez formados por subgrupos, ad infinitum.

Dichos seres no se dan cuenta de que la riqueza no está en acorazase para chocar contra los otros.
Si no en dar a la arcilla propia
una forma que pueda embonar con la de los demás.
Como los cuerpos humanos en el acto fundirse:
uno sobre el otro
el otro dentro del uno.
Están diseñados por separado pero pensados para calzar, como engranajes de una relojería superior,
ciega e idiota,
funcional casi por un milagro agnóstico, o una mecánica religiosa.

Si sé, conscientemente, que es así como «debería» ser el mundo, y mi cuerpo, y los diálogos,
¿por qué, entonces, el hecho de saberlo me provoca la necedad y la inercia de apartarme de ello?
No, no por el gusto de la contracorriente.
Tampoco por la desazón de la búsqueda de la piedad ajena.

Debe ser que, a veces, por perfecto que parezca el mecanismo,
un relojero nuevo que lo examine,
puede,
en su criterio de artista monumental de lo microscópico,
mejorar hasta el más perfecto de los sistemas autómatas
y desmantelar, de ser necesario,
los hilos de sus reuniones
y sus mascaradas de antifaces de cartón pintado.

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Mascaradas autómatas (poema)

Cada vez son más los grupos que se reúnen
en sus tertulias ficticias
a beber té barato
o café insípido
y a lamerse mutuamente las axilas.

Cada vez son más los que presumen y los que pregonan
y aún más, exponencialmente, los y las víboras que caen ante sus cantos.
Se multiplican los títeres danzarines
y el Gran Titiritero, inteligente pero limitado,
dispone las cuerdas de las vidas de los imbéciles de modo que se enreden,
se atasquen, se estrangulen, se amen, se mutilen y se muevan otra vez.
No necesariamente en el orden mencionado.

El mundo es un grupo de gentes reunidas en grupos,
limitadas por sus propias normas que exigen limitarse, definirse,
para evitar la contaminación de otros grupos,
sin saber que cada miembro pertenece a otros grupos, a su vez formados por subgrupos, ad infinitum.

Dichos seres no se dan cuenta de que la riqueza no está en acorazase para chocar contra los otros.
Si no en dar a la arcilla propia
una forma que pueda embonar con la de los demás.
Como los cuerpos humanos en el acto fundirse:
uno sobre el otro
el otro dentro del uno.
Están diseñados por separado pero pensados para calzar, como engranajes de una relojería superior,
ciega e idiota,
funcional casi por un milagro agnóstico, o una mecánica religiosa.

Si sé, conscientemente, que es así como «debería» ser el mundo, y mi cuerpo, y los diálogos,
¿por qué, entonces, el hecho de saberlo me provoca la necedad y la inercia de apartarme de ello?
No, no por el gusto de la contracorriente.
Tampoco por la desazón de la búsqueda de la piedad ajena.

Debe ser que, a veces, por perfecto que parezca el mecanismo,
un relojero nuevo que lo examine,
puede,
en su criterio de artista monumental de lo microscópico,
mejorar hasta el más perfecto de los sistemas autómatas
y desmantelar, de ser necesario,
los hilos de sus reuniones
y sus mascaradas de antifaces de cartón pintado.

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martes, 13 de diciembre de 2016

La tiranía de la multitud (micro ensayo)

The Mob goes wild, wild, wild! - Clutch

Las multitudes siempre han sido tiranas. Pero no debemos (casi) hablar hoy en día de la turba iracunda que toma Las Bastillas de cada ciudad. Más bien, quiero hacer referencia al pueblo en su violencia diaria. Violencia que no requiere de palabras para destruir la confianza de un joven y que tampoco precisa de armas para acabar con las vidas de los que nacen sin caparazones rígidos.
Vivimos en las ciudades como ovejas perdidas errando en cavernas llenas de lobos, donde el menor desvío en tus gustos personales, el mínimo indicio de «mal funcionamiento», de diferenciación social, de individualidad SINCERA es pisoteado como flor que intentara crecer entre los azulejos de una iglesia.
Rara vez logra una de las ovejas ser VERDADERAMENTE lo que es. Quienes lo hacen son  puestos a parte y divididos rápidamente en dos: los genios y los locos desquiciados destinados al matadero. Claro, el genio es aquel que, generalmente, en el fondo, no es disidente, o al menos es tangente respecto a la moral imperante. No la ataca, sólo finge querer hendirla sin poner esfuerzo en las estocadas.
Somos lo que nos obligan, sin articular orden alguna, a ser. A moldearnos bajo la presión de toneladas de miradas reprobatorias o comentarios ponzoñosos de tías quedadas que preguntan cuándo se casa uno, cuándo vas a empezar a parir, cuándo empiezas a ganar en 5 o 6 cifras, cuándo te endeudas con una pantalla gigante.
La masa social es más eficiente que el Gran Hermano, porque la masa es Legión. No es suposición de autoridad, es autoridad y verdugo reales. Es cadena y es hacha de ejecución.
Pero es precisamente por eso que debe uno tratar de no seguir el camino impuesto. No por rebeldía anárquica. Por mero chingado gusto. Porque, sabiendo que vamos todos al mismo foso de sangre y vísceras, ¿qué más da si uno se va después de toda una vida de escupirles en la cara a los carniceros? Yo, por miedoso y patético que sea, espero algún día no lejano, tener los pantalones para escupir una vez en los rostros de mis carceleros, a quiénes hoy debo llamar colega, vecina, señora, compañeros, modelos, imbéciles.

Recién andaba leyendo a mi hermano en su Taquigrafía Grájica cuando sus letras me re-activaron estos pensamientos que muchos pudieran etiquetar de «liberales», de «románticos», de «rebeldes». Seamos sinceros. No hay rebeldía verdadera. Al menos no creo que haya quién la practique hoy en día. La Rebeldía Pura, sería, a mi parecer, demasiado pedir, pero absoluta. Habría que encontrar la manera, al menos teórica, de describirla. Algo sumamente abstracto. Podríamos iniciar la captación de ideas. Se aceptan sugerencias. Yo, por lo pronto, me acepto prostituta pagada por el cerdo capitalismo y el consumismo tecnológico de mi época. No lo niego. Eso sería hipócrita. Sólo espero luego encontrar...otro modo de ser y estar y vivir.

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La tiranía de la multitud (micro ensayo)

The Mob goes wild, wild, wild! - Clutch

Las multitudes siempre han sido tiranas. Pero no debemos (casi) hablar hoy en día de la turba iracunda que toma Las Bastillas de cada ciudad. Más bien, quiero hacer referencia al pueblo en su violencia diaria. Violencia que no requiere de palabras para destruir la confianza de un joven y que tampoco precisa de armas para acabar con las vidas de los que nacen sin caparazones rígidos.
Vivimos en las ciudades como ovejas perdidas errando en cavernas llenas de lobos, donde el menor desvío en tus gustos personales, el mínimo indicio de «mal funcionamiento», de diferenciación social, de individualidad SINCERA es pisoteado como flor que intentara crecer entre los azulejos de una iglesia.
Rara vez logra una de las ovejas ser VERDADERAMENTE lo que es. Quienes lo hacen son  puestos a parte y divididos rápidamente en dos: los genios y los locos desquiciados destinados al matadero. Claro, el genio es aquel que, generalmente, en el fondo, no es disidente, o al menos es tangente respecto a la moral imperante. No la ataca, sólo finge querer hendirla sin poner esfuerzo en las estocadas.
Somos lo que nos obligan, sin articular orden alguna, a ser. A moldearnos bajo la presión de toneladas de miradas reprobatorias o comentarios ponzoñosos de tías quedadas que preguntan cuándo se casa uno, cuándo vas a empezar a parir, cuándo empiezas a ganar en 5 o 6 cifras, cuándo te endeudas con una pantalla gigante.
La masa social es más eficiente que el Gran Hermano, porque la masa es Legión. No es suposición de autoridad, es autoridad y verdugo reales. Es cadena y es hacha de ejecución.
Pero es precisamente por eso que debe uno tratar de no seguir el camino impuesto. No por rebeldía anárquica. Por mero chingado gusto. Porque, sabiendo que vamos todos al mismo foso de sangre y vísceras, ¿qué más da si uno se va después de toda una vida de escupirles en la cara a los carniceros? Yo, por miedoso y patético que sea, espero algún día no lejano, tener los pantalones para escupir una vez en los rostros de mis carceleros, a quiénes hoy debo llamar colega, vecina, señora, compañeros, modelos, imbéciles.

Recién andaba leyendo a mi hermano en su Taquigrafía Grájica cuando sus letras me re-activaron estos pensamientos que muchos pudieran etiquetar de «liberales», de «románticos», de «rebeldes». Seamos sinceros. No hay rebeldía verdadera. Al menos no creo que haya quién la practique hoy en día. La Rebeldía Pura, sería, a mi parecer, demasiado pedir, pero absoluta. Habría que encontrar la manera, al menos teórica, de describirla. Algo sumamente abstracto. Podríamos iniciar la captación de ideas. Se aceptan sugerencias. Yo, por lo pronto, me acepto prostituta pagada por el cerdo capitalismo y el consumismo tecnológico de mi época. No lo niego. Eso sería hipócrita. Sólo espero luego encontrar...otro modo de ser y estar y vivir.

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