miércoles, 29 de diciembre de 2010

"Nada puede durar para siempre, ni siquiera la muerte" 
Saramago

Jaque. 

Ni para dónde hacerse. A un lado las llamas, del otro el abismo.

La presión aumenta en la base de mi columna. Estertores sordos entre tierra y espinas. Y nadie cerca para escuchar los crujidos.

Pero simple y puramente jaque.

El mate no llega ni por babor ni por estribor ¡Un rayo que me caiga del cielo!

El camino había sido tranquilo, no sin su ocasional sobresalto. Pero de repente tras saltar los arbustos, encontrarse con el vacío, ¡por favor! El error es muy propio...por hacer caer prematura la noche para descansar los ojos que a cada minuto se me desarman y se me caen hasta las manos.

La compañía desapareció tras el ataque de la densa niebla. Solo espero se encuentren bien. La culpa ha sido mía por traerlos por el sendero equivocado en pos de llegar más pronto, por hacer caer esta falsa noche en mitad del día.

Sí, todavía recuerdo que el sol estaba aún fuerte en el cielo cuando éste oscureció. Lo que no recuerdo es cómo llegué a esta situación...Cierto ¡el maldito del arbusto!

Pero ¿y la chispa de dónde vino? Un incendio como este no es producto del jugueteo entre el sol y una envoltura metálica de chocolate...especialmente por la ausencia de sol por la cual ya me lamenté. Una emboscada. Ha sido una emboscada pese a que quién me procura este mal no se ha mostrado. Sólo se regodea en la sucia oscuridad en que medra. 

O tal vez sean varios. No sé si es el crepitar del fuego o que pretendo no escuchar en ello sus risas...demoníacas. Son demonios, ya lo he descubierto. Muchos y muy pequeños, por ello más peligrosos. Sin embargo no vienen a burlarse en mi cara. Algo esperan.

Mientras lo que ha de venir se toma la molestia de llegar, me entrego a otros pensamientos. Fruslerías, tal vez, pero que me mantienen cuerdo y de humor en tan trágicas horas: el roce ya lejano de unos dedos, el sabor de un atardecer que se niega a llegar, los acordes que remueven las neuronas dando al traste con las sinapsis, un pan con mantequilla.

De súbito los pequeños demonios, que solo puedo adivinar por un esfuerzo enteramente mío, retroceden. Sin duda ahora lo que se oye es solo el crujir artrítico del fuego. Tras él se comienzan a dibujar unos rasgos grotescos, resaltados por el naranja de la luz sobre el morado de las sombras. Ahora que lo veo, me aterrorizan en especial los cuernos.

El instinto me hace dar un paso atrás pero con un escalofrío recuerdo mi precaria situación, así que, más por cobardía que por valor, doy un par de pasos adelante.

El ígneo monstruo está ya casi aquí conmigo, aunque aún no decide si atraparme o deleitarse con mi aparatosa caída. La indecisión mata más que la catástrofe.

Al final y más como mero instinto que se sobrepone al intelecto apagado, yo decido por él.

Me arrojo.

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"Nada puede durar para siempre, ni siquiera la muerte" 
Saramago

Jaque. 

Ni para dónde hacerse. A un lado las llamas, del otro el abismo.

La presión aumenta en la base de mi columna. Estertores sordos entre tierra y espinas. Y nadie cerca para escuchar los crujidos.

Pero simple y puramente jaque.

El mate no llega ni por babor ni por estribor ¡Un rayo que me caiga del cielo!

El camino había sido tranquilo, no sin su ocasional sobresalto. Pero de repente tras saltar los arbustos, encontrarse con el vacío, ¡por favor! El error es muy propio...por hacer caer prematura la noche para descansar los ojos que a cada minuto se me desarman y se me caen hasta las manos.

La compañía desapareció tras el ataque de la densa niebla. Solo espero se encuentren bien. La culpa ha sido mía por traerlos por el sendero equivocado en pos de llegar más pronto, por hacer caer esta falsa noche en mitad del día.

Sí, todavía recuerdo que el sol estaba aún fuerte en el cielo cuando éste oscureció. Lo que no recuerdo es cómo llegué a esta situación...Cierto ¡el maldito del arbusto!

Pero ¿y la chispa de dónde vino? Un incendio como este no es producto del jugueteo entre el sol y una envoltura metálica de chocolate...especialmente por la ausencia de sol por la cual ya me lamenté. Una emboscada. Ha sido una emboscada pese a que quién me procura este mal no se ha mostrado. Sólo se regodea en la sucia oscuridad en que medra. 

O tal vez sean varios. No sé si es el crepitar del fuego o que pretendo no escuchar en ello sus risas...demoníacas. Son demonios, ya lo he descubierto. Muchos y muy pequeños, por ello más peligrosos. Sin embargo no vienen a burlarse en mi cara. Algo esperan.

Mientras lo que ha de venir se toma la molestia de llegar, me entrego a otros pensamientos. Fruslerías, tal vez, pero que me mantienen cuerdo y de humor en tan trágicas horas: el roce ya lejano de unos dedos, el sabor de un atardecer que se niega a llegar, los acordes que remueven las neuronas dando al traste con las sinapsis, un pan con mantequilla.

De súbito los pequeños demonios, que solo puedo adivinar por un esfuerzo enteramente mío, retroceden. Sin duda ahora lo que se oye es solo el crujir artrítico del fuego. Tras él se comienzan a dibujar unos rasgos grotescos, resaltados por el naranja de la luz sobre el morado de las sombras. Ahora que lo veo, me aterrorizan en especial los cuernos.

El instinto me hace dar un paso atrás pero con un escalofrío recuerdo mi precaria situación, así que, más por cobardía que por valor, doy un par de pasos adelante.

El ígneo monstruo está ya casi aquí conmigo, aunque aún no decide si atraparme o deleitarse con mi aparatosa caída. La indecisión mata más que la catástrofe.

Al final y más como mero instinto que se sobrepone al intelecto apagado, yo decido por él.

Me arrojo.

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martes, 21 de diciembre de 2010

A la orilla

El Diablo, en la esquina fumando un cigarro. Sus rasgos finos exaltados por una luz cenital y dura, casi teatral. El maldito parece ignorarme mientras paso frente a él con mirada retadora...Sí, me he pasado de copas; pero hasta el punto de la valentía insulsa, ¡no de la alucinación infundada!
Conforme doblo la esquina que resguarda, observo en la penumbra casi absoluta las estelas del humo que ha exhalado desde su Caída, seguramente...volutas que se arremolinan asemejando calaveras de huecos burlones (decir 'ojos' sería muy torpe, incluso para mi nivel de borrachera) que flanquean la calle por la que camino, cada vez acercándome más al suelo...eso deben estar esperando.
Primero un sobresalto y luego una sensación de estúpida culpabilidad, cuando me doy cuenta que lo que primero me pareció una multitud de risotadas no fue más que el romper de una ola, poco más allá de la acera opuesta. Después del sobresalto me reconforta el sonido y me acerco hasta una banca desvencijada que mira hacia el mar.

-Es como una piedra saliendo de tu riñón, ¿no es así?- La voz del Diablo surgió apenas a unos centímetros de mi en la banca.
-¿Qué cosa?
-Esa incertidumbre que te corroe las entrañas; esa falta de sustancia y exceso de vacío- dijo sin mirarme.
-¿Experiencia propia?- inquirí, mirándolo de soslayo, casi despectivamente.
-Por supuesto. No creas que estaría aquí contigo de haber sido diferente.
-Tienes razón, supongo.
Dicho lo cual se agazapó un silencio severo a nuestro alrededor, que parecía amainar el sonido del agua a pocos metros bajo nuestros pies. Casi podía escuchar el humo penetrando en sus ¿pulmones?
-Sí, puede sonarte extraño, pero entiendo el sufrimiento por el que pasas.
-Gracias por la empatía.
Torció un poco su cuello hacia mí. Pretendía que yo lo viera también, pero me sobrepuse. Desistió de su intento con media sonrisa en el rostro.
-¿Qué más puedes esperar a estas alturas, eh?- Y soltó una larga estela de humo.
-Puedo esperar a seguir esperando. He aprendido a lidiar tanto con mi propia naturaleza como con la situación exacta de cada instante. 
-Y vivir abstraído en tan profunda esfera ¿es vivir?
-¿Qué más da si no? Mírame, estoy donde muchos han deseado...bueno a excepción de...-Y con un ademán de la cabeza lo señalé, lo que lo hizo reír estrepitosamente.- Aunque no es eso en realidad lo que necesito.
-De acuerdo, de acuerdo. Veo que esto te acongoja más de lo que pensé. Venga, terminemos con esto.- Y dicho esto se puso en pie, tomó lo que quedaba de su cigarro y lo arrojó con dos dedos al océano. Dio media vuelta sobre su eje y se dispuso a volver a la esquina en que se encontraba antes, pero ahora caminaba canturreando no se qué canción. Con pesadez le seguí, casi arrastrando los pies. 
Al llegar a la esquina, y tras haber pasado el círculo de luz del poste, lo vi acuclillado junto a mi cuerpo herido en el costado izquierdo. Me agaché frente a él, sin verlo y con mi cuerpo tendido de por medio. Tomé mi sombrero y lo puse sobre mi cara apretada en un gesto de dolor congelado.
-Y ahora ¿qué sigue?
-Aprieta bien los dientes, muchacho.
Y poniendo sus manos en el pecho de mi cuerpo yaciente, sentí una sacudida de dolor líquido que recorrió cada centímetro de mi. Entonces, en medio de la convulsión no pude evitarlo y terminé mirándolo frente a frente. Sus ojos centelleaban con el ardor de infinitas almas, y su sonrisa era alegre y franca. Oí que me decía:
-Comprobarás que soy más simpático de lo que se cree, pero no te engañes. No me ames, ¿de acuerdo?

Abro los ojos. Me quito el sombrero de la cara para poder mirar el cielo nocturno. La boca me sabe a sangre. Mi cuerpo entero hierve. Y antes de poder levantarme, tomo aire suficiente para proferir un grito que por un momento supera el romper de las olas.

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A la orilla

El Diablo, en la esquina fumando un cigarro. Sus rasgos finos exaltados por una luz cenital y dura, casi teatral. El maldito parece ignorarme mientras paso frente a él con mirada retadora...Sí, me he pasado de copas; pero hasta el punto de la valentía insulsa, ¡no de la alucinación infundada!
Conforme doblo la esquina que resguarda, observo en la penumbra casi absoluta las estelas del humo que ha exhalado desde su Caída, seguramente...volutas que se arremolinan asemejando calaveras de huecos burlones (decir 'ojos' sería muy torpe, incluso para mi nivel de borrachera) que flanquean la calle por la que camino, cada vez acercándome más al suelo...eso deben estar esperando.
Primero un sobresalto y luego una sensación de estúpida culpabilidad, cuando me doy cuenta que lo que primero me pareció una multitud de risotadas no fue más que el romper de una ola, poco más allá de la acera opuesta. Después del sobresalto me reconforta el sonido y me acerco hasta una banca desvencijada que mira hacia el mar.

-Es como una piedra saliendo de tu riñón, ¿no es así?- La voz del Diablo surgió apenas a unos centímetros de mi en la banca.
-¿Qué cosa?
-Esa incertidumbre que te corroe las entrañas; esa falta de sustancia y exceso de vacío- dijo sin mirarme.
-¿Experiencia propia?- inquirí, mirándolo de soslayo, casi despectivamente.
-Por supuesto. No creas que estaría aquí contigo de haber sido diferente.
-Tienes razón, supongo.
Dicho lo cual se agazapó un silencio severo a nuestro alrededor, que parecía amainar el sonido del agua a pocos metros bajo nuestros pies. Casi podía escuchar el humo penetrando en sus ¿pulmones?
-Sí, puede sonarte extraño, pero entiendo el sufrimiento por el que pasas.
-Gracias por la empatía.
Torció un poco su cuello hacia mí. Pretendía que yo lo viera también, pero me sobrepuse. Desistió de su intento con media sonrisa en el rostro.
-¿Qué más puedes esperar a estas alturas, eh?- Y soltó una larga estela de humo.
-Puedo esperar a seguir esperando. He aprendido a lidiar tanto con mi propia naturaleza como con la situación exacta de cada instante. 
-Y vivir abstraído en tan profunda esfera ¿es vivir?
-¿Qué más da si no? Mírame, estoy donde muchos han deseado...bueno a excepción de...-Y con un ademán de la cabeza lo señalé, lo que lo hizo reír estrepitosamente.- Aunque no es eso en realidad lo que necesito.
-De acuerdo, de acuerdo. Veo que esto te acongoja más de lo que pensé. Venga, terminemos con esto.- Y dicho esto se puso en pie, tomó lo que quedaba de su cigarro y lo arrojó con dos dedos al océano. Dio media vuelta sobre su eje y se dispuso a volver a la esquina en que se encontraba antes, pero ahora caminaba canturreando no se qué canción. Con pesadez le seguí, casi arrastrando los pies. 
Al llegar a la esquina, y tras haber pasado el círculo de luz del poste, lo vi acuclillado junto a mi cuerpo herido en el costado izquierdo. Me agaché frente a él, sin verlo y con mi cuerpo tendido de por medio. Tomé mi sombrero y lo puse sobre mi cara apretada en un gesto de dolor congelado.
-Y ahora ¿qué sigue?
-Aprieta bien los dientes, muchacho.
Y poniendo sus manos en el pecho de mi cuerpo yaciente, sentí una sacudida de dolor líquido que recorrió cada centímetro de mi. Entonces, en medio de la convulsión no pude evitarlo y terminé mirándolo frente a frente. Sus ojos centelleaban con el ardor de infinitas almas, y su sonrisa era alegre y franca. Oí que me decía:
-Comprobarás que soy más simpático de lo que se cree, pero no te engañes. No me ames, ¿de acuerdo?

Abro los ojos. Me quito el sombrero de la cara para poder mirar el cielo nocturno. La boca me sabe a sangre. Mi cuerpo entero hierve. Y antes de poder levantarme, tomo aire suficiente para proferir un grito que por un momento supera el romper de las olas.

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jueves, 4 de noviembre de 2010

Breve estampa de lúcido caído y sus rituales propiciatorios I

Aunque ya se ha escrito bajo el peso de los mismos acordes, inagotables en realidad, me reservo a discreción todas las infinitas variantes que una canción puede llegar a generar, en especial ésta.
La vida en sí es una canción, distinta para cada quien y que se repite sin cesar hasta la muerte. Una canción que genera las más disímiles sensaciones, dependiendo del momento en que ésta vuelve a comenzar. Y hago énfasis: se trata de la misma composición, la que un día nos trae la luz, y al día siguiente nos roba un par de lágrimas sin que nos demos cuenta.
Hoy no tengo ganas de interpretarme ni mucho menos. Hoy tengo ganas de tirarme en el empedrado de alguna lejana ciudad. Hoy podría dejarme inundar por una lluvia helada que ralentizara los procesos en mi mente y refrescara mi espalda y mis hombros...siempre con el ritmo de una canción en el golpeteo de cada gota.
Sin embargo tal sinfonía nos es revelada en momentos contados, en que la intuición comienza a hablar espaciadamente, subiendo y bajando sus tonos, haciendo sonidos extraños, cantando.

So why'd you come home to this faithless town

Y nada más saludable para un espíritu angustiado que recrear a su alrededor el cielo nocturno (cerrar los párpados); reconocer poco a poco constelaciones y estrellas en él (magia de la iluminación interna de los mismos); sentir el rumor lejano de la ciudad (confundiendo con él la propia respiración); escuchar el silbido de las mismas estrellas mientras comienzan a precipitarse en incesante espectáculo, en envolvente cortina sonora (fenómeno éste generado sin interferencia del exterior) y finalmente, anexar a la lluvia lumínico-sonora, una retahila de gritos desgarrados y liberadores salidos más del esternón que de la garganta (gritar, con los ojos cerrados, tirado sobre la cama, con las luces apagadas y la ventana abierta, mientras afuera los vecinos observan una lluvia de estrellas sin igual).

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Breve estampa de lúcido caído y sus rituales propiciatorios I

Aunque ya se ha escrito bajo el peso de los mismos acordes, inagotables en realidad, me reservo a discreción todas las infinitas variantes que una canción puede llegar a generar, en especial ésta.
La vida en sí es una canción, distinta para cada quien y que se repite sin cesar hasta la muerte. Una canción que genera las más disímiles sensaciones, dependiendo del momento en que ésta vuelve a comenzar. Y hago énfasis: se trata de la misma composición, la que un día nos trae la luz, y al día siguiente nos roba un par de lágrimas sin que nos demos cuenta.
Hoy no tengo ganas de interpretarme ni mucho menos. Hoy tengo ganas de tirarme en el empedrado de alguna lejana ciudad. Hoy podría dejarme inundar por una lluvia helada que ralentizara los procesos en mi mente y refrescara mi espalda y mis hombros...siempre con el ritmo de una canción en el golpeteo de cada gota.
Sin embargo tal sinfonía nos es revelada en momentos contados, en que la intuición comienza a hablar espaciadamente, subiendo y bajando sus tonos, haciendo sonidos extraños, cantando.

So why'd you come home to this faithless town

Y nada más saludable para un espíritu angustiado que recrear a su alrededor el cielo nocturno (cerrar los párpados); reconocer poco a poco constelaciones y estrellas en él (magia de la iluminación interna de los mismos); sentir el rumor lejano de la ciudad (confundiendo con él la propia respiración); escuchar el silbido de las mismas estrellas mientras comienzan a precipitarse en incesante espectáculo, en envolvente cortina sonora (fenómeno éste generado sin interferencia del exterior) y finalmente, anexar a la lluvia lumínico-sonora, una retahila de gritos desgarrados y liberadores salidos más del esternón que de la garganta (gritar, con los ojos cerrados, tirado sobre la cama, con las luces apagadas y la ventana abierta, mientras afuera los vecinos observan una lluvia de estrellas sin igual).

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viernes, 15 de octubre de 2010

Una batalla a tres tiempos

Otra ráfaga de ataques aleatorios a las cosas que, para su mala suerte, encuentro en mi inmediato alcance.
Otra vez tomar al pato para derribar a las escopetas que sobrevuelan bajo el techo de mi cuarto. Desde allá publico secretamente las tesis que me procurarían la excomunión de la humanidad (así, con minúscula)...sueño de ermitaño enraizado.

Y lo peor es que no puedo plasmar con exactitud lo que quiero ni lo que pienso, y menos en momentos como este en que prefiero no pensar para evitar que reaviven las heridas que me escocen la mente y el corazón.
Además, no resulta tan sencillo estar en un cuero tan raído y curtido como el que me envuelve...y no es a manera de excusa o justificación: mas bien me compadezco a mi mismo (y no sin razón).
Ya llevo suficientes puñados de tierra en la boca, tierra salada que comienza a sofocarme e inducirme un estado de catársis durante el cual en mis ojos se proyecta el tristísimo espectáculo de las colisiones humanas, especialmente las personales.
Colisiones todas, en las que se nos desfigura el rostro y se nos curvan hasta lo obsceno las vértebras; encontronazos entre uno mismo y otro ser de magnitud inconmesurable que ocurren a cada tanto, cada alineación planetaria, cada que alguien en el otro lado del mundo estornuda. Estos fatídicos encuentros matan siempre a una parte de los involucrados, las otras partes se fusionan con el impacto, se reconocen, se aceptan y fusionan...todo durante un  lapso de tiempo irrisorio. La faz que al final caracteriza a cierto ente plástico, como se ve, contiene dentro de sí las cicatrices, heridas y golpes de tales impactos: se define.
Y la misma naturaleza de tales encuentros es dolorosa y sanguinolenta...acto violento que enfrenta a cada instante en cada rincón dos universos tan diferentes e ignorantes el uno del otro, que no pueden menos que aferrarse a los pocos trozos astillados y ardientes que quedan tras la fugaz visita.
Se ha vuelto un tanto rancia la danza de aquellos que esperan su turno en la lanzadera y sin embargo es ese el momento en que se desconoce, por instinto, el relieve facial y espiritual propio, cuando se arranca con los dientes la piel grabada de la punta de los dedos. Cuando se vuelve uno preso extraño dentro del cuerpo otrora aliado.
Con los dedos sangrantes (remítase a la información arriba descrita) intento discernir qué carajos soy, qué demonios quiero, a dónde rayos pretendo ir...tristemente cada intentona me deja peor parado, me obliga a cargarme sobre mi derecha que está por ceder. Además, los resultados de tan trillados debates no atañen solo a las células del organismo que parece englobarme hoy día...afecta también destinos ajenos, destinos con los que me encuentro chocando en este momento.
Pequeños fantasmas corren caóticamente dentro de mi cráneo, aterrorizados por el incendio en puerta.
Pero las olas bárbaras no cesan, ni cesarán...ya se ha visto. Solo se puede esperar el embate brutal levantando de nuevo la ciudad amurallada...qué fácil se dice...Edificar otra vez la gloria del pasado sobre los restos de padres y enemigos, de amores y traidores...no construir algo nuevo sin pasado, sino tomar lo que quedó del hogar y lo que la marejada trajo consigo, para construir un nuevo tipo de refugio donde podamos esperar sin saberlo, el siguiente huracán, el siguiente tornado, la siguiente implosión, el próximo maremoto...

Pero también uno es espejismo, y el reconocimiento de un "yo" es gran prueba de ello. La imagen que uno construye de sí mismo no es uno mismo...como bien dije es una imagen. Una especie de piel escamosa que se sostiene en vilo con el aire y que nos reconoce y a la cual reconocemos...pintada a mano y modelada detalle a detalle por el inconsciente artesano. Imagen que, al igual que la sombra propia, busca la menor oportunidad para asesinar al propietario para suplantarlo e incursionar en el campo de la realidad.
Sin embargo, ni siquiera el ser que suplanta al "yo", en su conocimiento de éste e imitación y hasta corrección, desconoce la manera de penetrar en la imponente ciudadela, ni siquiera esta en sus etéreas manos en el intentar franquear las inconmensurables murallas ante las cuales nuestros fantasmas retroceden y plantan rodilla en tierra.
Solo un ser ha descubierto la falla en la coraza.
Solo un ser hasta ahora ha descubierto que aquellas murallas están hechas de papel...

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Una batalla a tres tiempos

Otra ráfaga de ataques aleatorios a las cosas que, para su mala suerte, encuentro en mi inmediato alcance.
Otra vez tomar al pato para derribar a las escopetas que sobrevuelan bajo el techo de mi cuarto. Desde allá publico secretamente las tesis que me procurarían la excomunión de la humanidad (así, con minúscula)...sueño de ermitaño enraizado.

Y lo peor es que no puedo plasmar con exactitud lo que quiero ni lo que pienso, y menos en momentos como este en que prefiero no pensar para evitar que reaviven las heridas que me escocen la mente y el corazón.
Además, no resulta tan sencillo estar en un cuero tan raído y curtido como el que me envuelve...y no es a manera de excusa o justificación: mas bien me compadezco a mi mismo (y no sin razón).
Ya llevo suficientes puñados de tierra en la boca, tierra salada que comienza a sofocarme e inducirme un estado de catársis durante el cual en mis ojos se proyecta el tristísimo espectáculo de las colisiones humanas, especialmente las personales.
Colisiones todas, en las que se nos desfigura el rostro y se nos curvan hasta lo obsceno las vértebras; encontronazos entre uno mismo y otro ser de magnitud inconmesurable que ocurren a cada tanto, cada alineación planetaria, cada que alguien en el otro lado del mundo estornuda. Estos fatídicos encuentros matan siempre a una parte de los involucrados, las otras partes se fusionan con el impacto, se reconocen, se aceptan y fusionan...todo durante un  lapso de tiempo irrisorio. La faz que al final caracteriza a cierto ente plástico, como se ve, contiene dentro de sí las cicatrices, heridas y golpes de tales impactos: se define.
Y la misma naturaleza de tales encuentros es dolorosa y sanguinolenta...acto violento que enfrenta a cada instante en cada rincón dos universos tan diferentes e ignorantes el uno del otro, que no pueden menos que aferrarse a los pocos trozos astillados y ardientes que quedan tras la fugaz visita.
Se ha vuelto un tanto rancia la danza de aquellos que esperan su turno en la lanzadera y sin embargo es ese el momento en que se desconoce, por instinto, el relieve facial y espiritual propio, cuando se arranca con los dientes la piel grabada de la punta de los dedos. Cuando se vuelve uno preso extraño dentro del cuerpo otrora aliado.
Con los dedos sangrantes (remítase a la información arriba descrita) intento discernir qué carajos soy, qué demonios quiero, a dónde rayos pretendo ir...tristemente cada intentona me deja peor parado, me obliga a cargarme sobre mi derecha que está por ceder. Además, los resultados de tan trillados debates no atañen solo a las células del organismo que parece englobarme hoy día...afecta también destinos ajenos, destinos con los que me encuentro chocando en este momento.
Pequeños fantasmas corren caóticamente dentro de mi cráneo, aterrorizados por el incendio en puerta.
Pero las olas bárbaras no cesan, ni cesarán...ya se ha visto. Solo se puede esperar el embate brutal levantando de nuevo la ciudad amurallada...qué fácil se dice...Edificar otra vez la gloria del pasado sobre los restos de padres y enemigos, de amores y traidores...no construir algo nuevo sin pasado, sino tomar lo que quedó del hogar y lo que la marejada trajo consigo, para construir un nuevo tipo de refugio donde podamos esperar sin saberlo, el siguiente huracán, el siguiente tornado, la siguiente implosión, el próximo maremoto...

Pero también uno es espejismo, y el reconocimiento de un "yo" es gran prueba de ello. La imagen que uno construye de sí mismo no es uno mismo...como bien dije es una imagen. Una especie de piel escamosa que se sostiene en vilo con el aire y que nos reconoce y a la cual reconocemos...pintada a mano y modelada detalle a detalle por el inconsciente artesano. Imagen que, al igual que la sombra propia, busca la menor oportunidad para asesinar al propietario para suplantarlo e incursionar en el campo de la realidad.
Sin embargo, ni siquiera el ser que suplanta al "yo", en su conocimiento de éste e imitación y hasta corrección, desconoce la manera de penetrar en la imponente ciudadela, ni siquiera esta en sus etéreas manos en el intentar franquear las inconmensurables murallas ante las cuales nuestros fantasmas retroceden y plantan rodilla en tierra.
Solo un ser ha descubierto la falla en la coraza.
Solo un ser hasta ahora ha descubierto que aquellas murallas están hechas de papel...

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miércoles, 6 de octubre de 2010

Su pierna izquierda, ligeramente flexionada, se delinea deliciosamente contra el muro.
Las líneas que forman su muslo fluyen ininterrumpidas como la estela de una gota de lluvia.
Enfundada bajo la tela azul del pantalón ajustado, que permite a la mente ensoñar con el paraje subyacente, se adivina la superficie fría, irresistible de la piel blanca erizada por un estremecimiento profundo.
La vista recorre lentamente la silueta completa demorándose en los detalles sugerentes de la cintura que se sabe es suave, estrecha, incitadora. 
La espalda en actitud de desenfado se desenvuelve con gran sensualidad y sencillez ocultándose tímida tras los mechones de cabello que realzan la iridiscencia de la piel.
El que la observa la dibuja de lejos con un dedo en el aire.
Pero se detiene de golpe. Ella lo está mirando...casi sin parpadear.

Fuera de su mente, el que la observaba de pronto se encuentra inmerso entre las evoluciones y movimientos rítmicos de aquellas piernas, emergiendo y hundiéndose entre ellas como quien lucha por no ahogarse en el Mar embravecido.

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Su pierna izquierda, ligeramente flexionada, se delinea deliciosamente contra el muro.
Las líneas que forman su muslo fluyen ininterrumpidas como la estela de una gota de lluvia.
Enfundada bajo la tela azul del pantalón ajustado, que permite a la mente ensoñar con el paraje subyacente, se adivina la superficie fría, irresistible de la piel blanca erizada por un estremecimiento profundo.
La vista recorre lentamente la silueta completa demorándose en los detalles sugerentes de la cintura que se sabe es suave, estrecha, incitadora. 
La espalda en actitud de desenfado se desenvuelve con gran sensualidad y sencillez ocultándose tímida tras los mechones de cabello que realzan la iridiscencia de la piel.
El que la observa la dibuja de lejos con un dedo en el aire.
Pero se detiene de golpe. Ella lo está mirando...casi sin parpadear.

Fuera de su mente, el que la observaba de pronto se encuentra inmerso entre las evoluciones y movimientos rítmicos de aquellas piernas, emergiendo y hundiéndose entre ellas como quien lucha por no ahogarse en el Mar embravecido.

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jueves, 30 de septiembre de 2010

All I can do is write about it

Y los dedos se me empezaron a desgastar con la implacable fricción del lápiz y la colisión de éste con el papel. Porque ya tuve suficiente guardándome este dragón irritado en mi boca.
Y conforme desciendo entre las capas de mi inconsciente veo surgir en el papel etéreo cientos y miles de postulados inútiles que niegan categóricamente el valor, y más aún la necesidad de la existencia de una sociedad humana...como animales estábamos todos más felices. Tratados insostenibles y prohibidos que aseguran la incapacidad de superación del sapiens, que, al luchar contra la Naturaleza, lucha por extensión, contra su propia evolución, ¿o me equivoco?
Pero bueno, la línea ha sido cruzada hace mucho...ahora lo malo es que muchos "hombres" son demasiado animales para el contrato previamente establecido y ahora general...si pudiéramos devenir en híbridos estériles que pasaran sin dejar huellas marchitas en la piedra antes fecunda...

...and be a simple, kind of man...

Y no es que arremeta contra el orden (cosa que va implícita), sino que arremeto contra mí mismo por mi condición de cadáver ambulante, como asegura Winston Smith. Desde el nacimiento, estamos condenados a morir de una u otra forma, en uno u otro momento. Pero esto debería o podría ser la base de nuestro coraje, no de la debilidad, pues ¿qué mas nos queda que evitar hundirnos en el fango sempiterno?
He ahí otro buen asidero para los desplantes incoherentes de un insolente, la búsqueda de la inmortalidad ya sea del alma o del recuerdo; siendo la de la primera aún un terreno cenagoso, impenetrable si no nos sostenemos de la mano de la Muerte y el segundo quedando tristemente confiado a las temblorosas y frágiles manos de las generaciones venideras, cada vez más podridas en su propio olvido. 
Y sin embargo, con el lodo hasta el cuello es preferible tomar un poco de aire y sumergirse voluntariamente en búsqueda de algo más, algo que pudiera esconderse ahí dentro, tras la podredumbre. Tristemente el desenlace es conocido: No hay más. No hay más que lo que los sentidos nos transfunden. 

El Olvido, como mal supremo por su capacidad aniquiladora, es, sin embargo, susceptible a ser olvidado.

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All I can do is write about it

Y los dedos se me empezaron a desgastar con la implacable fricción del lápiz y la colisión de éste con el papel. Porque ya tuve suficiente guardándome este dragón irritado en mi boca.
Y conforme desciendo entre las capas de mi inconsciente veo surgir en el papel etéreo cientos y miles de postulados inútiles que niegan categóricamente el valor, y más aún la necesidad de la existencia de una sociedad humana...como animales estábamos todos más felices. Tratados insostenibles y prohibidos que aseguran la incapacidad de superación del sapiens, que, al luchar contra la Naturaleza, lucha por extensión, contra su propia evolución, ¿o me equivoco?
Pero bueno, la línea ha sido cruzada hace mucho...ahora lo malo es que muchos "hombres" son demasiado animales para el contrato previamente establecido y ahora general...si pudiéramos devenir en híbridos estériles que pasaran sin dejar huellas marchitas en la piedra antes fecunda...

...and be a simple, kind of man...

Y no es que arremeta contra el orden (cosa que va implícita), sino que arremeto contra mí mismo por mi condición de cadáver ambulante, como asegura Winston Smith. Desde el nacimiento, estamos condenados a morir de una u otra forma, en uno u otro momento. Pero esto debería o podría ser la base de nuestro coraje, no de la debilidad, pues ¿qué mas nos queda que evitar hundirnos en el fango sempiterno?
He ahí otro buen asidero para los desplantes incoherentes de un insolente, la búsqueda de la inmortalidad ya sea del alma o del recuerdo; siendo la de la primera aún un terreno cenagoso, impenetrable si no nos sostenemos de la mano de la Muerte y el segundo quedando tristemente confiado a las temblorosas y frágiles manos de las generaciones venideras, cada vez más podridas en su propio olvido. 
Y sin embargo, con el lodo hasta el cuello es preferible tomar un poco de aire y sumergirse voluntariamente en búsqueda de algo más, algo que pudiera esconderse ahí dentro, tras la podredumbre. Tristemente el desenlace es conocido: No hay más. No hay más que lo que los sentidos nos transfunden. 

El Olvido, como mal supremo por su capacidad aniquiladora, es, sin embargo, susceptible a ser olvidado.

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martes, 21 de septiembre de 2010

"Un cigarro más" por Ozeloziua

Es placer enteramente mío el presentar (el placer de los lectores será ese mismo: leerlo) por vez primera en este sórdido recoveco, a alguien sumamente cercano a mí y que habrá de ser nombrada por los transeúntes locales como Ozeloziua (para la instrucción de nuestro célebre auditorio, este nombre proviene del náhuatl y significa, literalmente, "mujer jaguar"). Siendo ésta su primera incursión en los fangos de esta ciénega, les dejo con el pequeño cuento. ¡Degusten!

"Un cigarro más"

Él va en su coche manejando despreocupado, su boca saca el humo del cigarro matutino. Humo que se mezcla con la fría y nublada mañana. El rocío ya invadió el coche. Él no sabe lo que le depara el destino.
Llegó el último alto antes de llegar al trabajo. El cigarro se ha terminado: lo avienta por la ventana y toma un sorbo de café. El “siga” se ha puesto ya. Toma la vuelta a la derecha como siempre, baja la velocidad para pasar el tope, llega a la esquina y mete reversa para estacionarse.
Pero no lo vio. Él no tuvo la culpa, pues no lo vio; el estruendo es tal que para el coche en seco. Él no lo sabe, pero esa mañana había un espía cerca de su casa aguardando el momento perfecto para cometer el homicidio más prudente del día, pero un pequeño tropiezo gracias a sus agujetas lo hizo perder esos segundos tan importantes. Por ello lo esperó hora y media en su trabajo, justo en el cajón de estacionamiento. En la espera fumó un cigarro lentamente y al ver venir el auto, quiso apagar su cigarro velozmente y al darle el pisotón tropezó nuevamente.
El hombre bajó del coche de un salto y se despertó por completo. Miró a los ojos al que yacía en el piso y supo que había muerto…lentamente prendió un cigarro, el segundo de la mañana y suspiró reconfortantemente.

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"Un cigarro más" por Ozeloziua

Es placer enteramente mío el presentar (el placer de los lectores será ese mismo: leerlo) por vez primera en este sórdido recoveco, a alguien sumamente cercano a mí y que habrá de ser nombrada por los transeúntes locales como Ozeloziua (para la instrucción de nuestro célebre auditorio, este nombre proviene del náhuatl y significa, literalmente, "mujer jaguar"). Siendo ésta su primera incursión en los fangos de esta ciénega, les dejo con el pequeño cuento. ¡Degusten!

"Un cigarro más"

Él va en su coche manejando despreocupado, su boca saca el humo del cigarro matutino. Humo que se mezcla con la fría y nublada mañana. El rocío ya invadió el coche. Él no sabe lo que le depara el destino.
Llegó el último alto antes de llegar al trabajo. El cigarro se ha terminado: lo avienta por la ventana y toma un sorbo de café. El “siga” se ha puesto ya. Toma la vuelta a la derecha como siempre, baja la velocidad para pasar el tope, llega a la esquina y mete reversa para estacionarse.
Pero no lo vio. Él no tuvo la culpa, pues no lo vio; el estruendo es tal que para el coche en seco. Él no lo sabe, pero esa mañana había un espía cerca de su casa aguardando el momento perfecto para cometer el homicidio más prudente del día, pero un pequeño tropiezo gracias a sus agujetas lo hizo perder esos segundos tan importantes. Por ello lo esperó hora y media en su trabajo, justo en el cajón de estacionamiento. En la espera fumó un cigarro lentamente y al ver venir el auto, quiso apagar su cigarro velozmente y al darle el pisotón tropezó nuevamente.
El hombre bajó del coche de un salto y se despertó por completo. Miró a los ojos al que yacía en el piso y supo que había muerto…lentamente prendió un cigarro, el segundo de la mañana y suspiró reconfortantemente.

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viernes, 17 de septiembre de 2010

Dos Minutos de Contemplación

No comprendo
el ataque frenético de las abejas
ni la falta de atención de tu parte.
No comprendo las acciones ásperas de mis vecinos
ni mucho menos la podredumbre de sus espíritus.
Ya ni intento seguir los cánticos
ya ni hablar de los gritos, los berridos, los minutos de Odio.
Ver caer al enemigo no ha sido el fin de las torturas.
Tan solo ha sido el medio para descubrir el funcionamiento de la maquinaria,
fría, inerte, aplastante.
Ahora se hace como el demonio del hombre manda.
Es tarde para buscar el lodo de nuevo...
Entrégate a los dedos muertos de tu dios,
a la imagen inanimada que has hecho de tí.
Desiste o fúndete como un granizo en los dedos de la interminable lista
de los nombres ya inexistentes.
Sucumbe a la muerte en vida, a la condición de cadáver andante que nos ha caracterizado siempre.
O vive:
Vive y corrompe...o conviértete en corrosión.

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Dos Minutos de Contemplación

No comprendo
el ataque frenético de las abejas
ni la falta de atención de tu parte.
No comprendo las acciones ásperas de mis vecinos
ni mucho menos la podredumbre de sus espíritus.
Ya ni intento seguir los cánticos
ya ni hablar de los gritos, los berridos, los minutos de Odio.
Ver caer al enemigo no ha sido el fin de las torturas.
Tan solo ha sido el medio para descubrir el funcionamiento de la maquinaria,
fría, inerte, aplastante.
Ahora se hace como el demonio del hombre manda.
Es tarde para buscar el lodo de nuevo...
Entrégate a los dedos muertos de tu dios,
a la imagen inanimada que has hecho de tí.
Desiste o fúndete como un granizo en los dedos de la interminable lista
de los nombres ya inexistentes.
Sucumbe a la muerte en vida, a la condición de cadáver andante que nos ha caracterizado siempre.
O vive:
Vive y corrompe...o conviértete en corrosión.

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jueves, 26 de agosto de 2010

¿Algo qué decir?

Hoy abrí una lata sin etiqueta que encontré tirada entre papeles y ropas sucias a la orilla de la cocina. Difinitivamente lo mío no es la limpieza. Ni el orden. Poco menos, la higiene. Otra vez por la noche perdí el control y desperté en el suelo del espacio mencionado sintiendo la espalda molida. Como si hubiera cargado un gran peso. Pronto percibí que tenía la sensación de que no debía abandonar la "seguridad" de la cocina. Sabía que tendría que salir tarde o temprano pero igual decidí posponerlo cuánto pudiera. Ingerí como rata mal alimentada los frijoles fríos del interior de la lata. Tenía las manos manchadas de púrpura; parecía pintura. Busqué algún líquido que pasar por mi garganta que quemaba. Finalmente descubrí un poco de leche a punto de alcanzar su día de expiración. La bebí, y mientras corría aún fresca por mi garganta rasposa me di cuenta de un dolor caliente en la parte posterior del brazo derecho: tenía un arañazo, un rasguño amplio e insistente. Luego me quedé ahí, de pie en la cocina como idiota sin decidirme a salir. Después de unas rápidas negocación y amenaza caminé hacia la sala. En el piso encontré los cuerpos mutilados de 3 hombres de mediana edad, algo más corpulentos y altos que yo. Estaban esparcidos por la sala en medio de un caos de basura, pedazos de muebles y de ropa y quién sabe qué más.
Pero lo que me hizo correr despavorido fue ver pintada con morado en la pared la pregunta: ¿Algo que decir? Porque descubrí que no era pintura lo que manchaba mis manos y la pared.

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¿Algo qué decir?

Hoy abrí una lata sin etiqueta que encontré tirada entre papeles y ropas sucias a la orilla de la cocina. Difinitivamente lo mío no es la limpieza. Ni el orden. Poco menos, la higiene. Otra vez por la noche perdí el control y desperté en el suelo del espacio mencionado sintiendo la espalda molida. Como si hubiera cargado un gran peso. Pronto percibí que tenía la sensación de que no debía abandonar la "seguridad" de la cocina. Sabía que tendría que salir tarde o temprano pero igual decidí posponerlo cuánto pudiera. Ingerí como rata mal alimentada los frijoles fríos del interior de la lata. Tenía las manos manchadas de púrpura; parecía pintura. Busqué algún líquido que pasar por mi garganta que quemaba. Finalmente descubrí un poco de leche a punto de alcanzar su día de expiración. La bebí, y mientras corría aún fresca por mi garganta rasposa me di cuenta de un dolor caliente en la parte posterior del brazo derecho: tenía un arañazo, un rasguño amplio e insistente. Luego me quedé ahí, de pie en la cocina como idiota sin decidirme a salir. Después de unas rápidas negocación y amenaza caminé hacia la sala. En el piso encontré los cuerpos mutilados de 3 hombres de mediana edad, algo más corpulentos y altos que yo. Estaban esparcidos por la sala en medio de un caos de basura, pedazos de muebles y de ropa y quién sabe qué más.
Pero lo que me hizo correr despavorido fue ver pintada con morado en la pared la pregunta: ¿Algo que decir? Porque descubrí que no era pintura lo que manchaba mis manos y la pared.

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jueves, 19 de agosto de 2010

Monosílabos cantantes

Hoy
te
ir
con
tu
gris
faz.
Sí,
no
me
das
ya
tu
haz
de
luz.
Y
sin
ver
ya
tu
tez,
te
he
de
oír
de
más
allá
o
tal
vez
en
mi
sien
una
vez
más.

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Monosílabos cantantes

Hoy
te
ir
con
tu
gris
faz.
Sí,
no
me
das
ya
tu
haz
de
luz.
Y
sin
ver
ya
tu
tez,
te
he
de
oír
de
más
allá
o
tal
vez
en
mi
sien
una
vez
más.

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miércoles, 11 de agosto de 2010

En algún paraje que no he visto

La bicicleta empezó a estorbarme y la dejé a un costado.
Sólo entonces me percaté de que el camino era una franja gruesa y alta de paja.
El cuello de la camisa también comenzó a obstaculizarme la respiración.
Para ahorrar movimientos me quité la camisa por completo.
Le di un mejor uso como almohada.
Tomé un puño de paja que se alejó pronto de mi mano llevado por el viento.
No iba a permitirlo. Tomé otro puñado y me lo metí a la boca.
Mientras masticaba complacido te apareciste.
Te veías diferente. La luz de tu rostro seguramente titubeaba en su camino desde allá arriba hasta acá abajo.
-¿Cuándo piensas bajar, eh?
-No lo sé. Prefiero quedarme en donde el aire no me aplasta los pulmones. A mayor altura, menos disgustos.
Pero finalmente te sentaste apoyando la espalda contra la gruesa lámina de paja del camino.
Vimos la vida pasar...durante unos momentos, sin decir palabra y dejando que nuestro silencio hablara por nosotros. Tal silencio a veces entablaba conversación con el viento, pero éste desistía pronto pasándonos de largo.
El sol que se hundía se aferraba al cuadro cromado de la bicicleta. Pensé en preguntarte algo pero se me esfumó en el aire.
Luego tú tomaste la palabra:
-Te deja pasmado, ¿no?
-Sí. Pero me impresiona más si cierro los ojos. -Contesté suponiendo que te referías al paisaje que nos engullía como rodajas de papa.
Luego se generó otro discurso silencioso. Volteaste y enganchaste tus ojos lechosos de los míos. Y como una alimaña curiosa y maliciosa me mostraste media sonrisa con todo y dientes.
Entonces entendí los ojos se me abrieron como un tronco que cediera ante un hachazo.
-Sí. ¿Puedes decirme dónde estamos?- preguntaste.
Mire en derredor, pese a que no tenía idea y a que sabía que voltear no me daría la respuesta. Mientras paseaba la mirada por los campos planos, amarillos y verdes con árboles solitarios dispuestos aleatoriamente, te pregunté en voz muy baja:
-¿Cómo carajos llegaste?
Ya no me sorprendí al cambiar mi vista de dirección y comprobar la sospecha que se esbozaba en mi. Te habías desvanecido...otra vez.

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En algún paraje que no he visto

La bicicleta empezó a estorbarme y la dejé a un costado.
Sólo entonces me percaté de que el camino era una franja gruesa y alta de paja.
El cuello de la camisa también comenzó a obstaculizarme la respiración.
Para ahorrar movimientos me quité la camisa por completo.
Le di un mejor uso como almohada.
Tomé un puño de paja que se alejó pronto de mi mano llevado por el viento.
No iba a permitirlo. Tomé otro puñado y me lo metí a la boca.
Mientras masticaba complacido te apareciste.
Te veías diferente. La luz de tu rostro seguramente titubeaba en su camino desde allá arriba hasta acá abajo.
-¿Cuándo piensas bajar, eh?
-No lo sé. Prefiero quedarme en donde el aire no me aplasta los pulmones. A mayor altura, menos disgustos.
Pero finalmente te sentaste apoyando la espalda contra la gruesa lámina de paja del camino.
Vimos la vida pasar...durante unos momentos, sin decir palabra y dejando que nuestro silencio hablara por nosotros. Tal silencio a veces entablaba conversación con el viento, pero éste desistía pronto pasándonos de largo.
El sol que se hundía se aferraba al cuadro cromado de la bicicleta. Pensé en preguntarte algo pero se me esfumó en el aire.
Luego tú tomaste la palabra:
-Te deja pasmado, ¿no?
-Sí. Pero me impresiona más si cierro los ojos. -Contesté suponiendo que te referías al paisaje que nos engullía como rodajas de papa.
Luego se generó otro discurso silencioso. Volteaste y enganchaste tus ojos lechosos de los míos. Y como una alimaña curiosa y maliciosa me mostraste media sonrisa con todo y dientes.
Entonces entendí los ojos se me abrieron como un tronco que cediera ante un hachazo.
-Sí. ¿Puedes decirme dónde estamos?- preguntaste.
Mire en derredor, pese a que no tenía idea y a que sabía que voltear no me daría la respuesta. Mientras paseaba la mirada por los campos planos, amarillos y verdes con árboles solitarios dispuestos aleatoriamente, te pregunté en voz muy baja:
-¿Cómo carajos llegaste?
Ya no me sorprendí al cambiar mi vista de dirección y comprobar la sospecha que se esbozaba en mi. Te habías desvanecido...otra vez.

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jueves, 29 de julio de 2010

Luces

Hoy tuve ganas de sacarme los ojos...
porque dices que son como ópalos iridiscentes
pero al verme en el espejo su brillo parece ocultarse.

Ahora tengo ganas de quitarte los tuyos:
guardarme uno en el bolsillo y otro en el buró junto a mi cama.
Porque en noches como ésta en que apagamos las luces
y abrimos del todo las cortinas
por un momento tus pupilas intercambian su lugar con la Luna...
Ésta en el cielo se vuelve un hoyo negro que se dilata.
El centro de tus ojos irradia luz azulada...
luz que sutilmente se eclipsa bajo la sombra de mis labios.

Ahora, tras varios días y aún más noches
quisiera devolverte tus ojos sin párpado
porque su brillo incesante es tan intenso,
exceptuando las noches de luna nueva,
que ya no me deja dormir.

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Luces

Hoy tuve ganas de sacarme los ojos...
porque dices que son como ópalos iridiscentes
pero al verme en el espejo su brillo parece ocultarse.

Ahora tengo ganas de quitarte los tuyos:
guardarme uno en el bolsillo y otro en el buró junto a mi cama.
Porque en noches como ésta en que apagamos las luces
y abrimos del todo las cortinas
por un momento tus pupilas intercambian su lugar con la Luna...
Ésta en el cielo se vuelve un hoyo negro que se dilata.
El centro de tus ojos irradia luz azulada...
luz que sutilmente se eclipsa bajo la sombra de mis labios.

Ahora, tras varios días y aún más noches
quisiera devolverte tus ojos sin párpado
porque su brillo incesante es tan intenso,
exceptuando las noches de luna nueva,
que ya no me deja dormir.

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domingo, 25 de julio de 2010

Principio de "Sobre héroes y tumbas" en voz de Ernesto Sabato

En verdad, exhorto al errático lector de estas runas a que se deje llevar por la voz del maestro argentino Ernesto Sabato que narra el principio de su segunda novela (publicada) Sobre héroes y tumbas, publicada en 1961. ¡Gozad!


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Principio de "Sobre héroes y tumbas" en voz de Ernesto Sabato

En verdad, exhorto al errático lector de estas runas a que se deje llevar por la voz del maestro argentino Ernesto Sabato que narra el principio de su segunda novela (publicada) Sobre héroes y tumbas, publicada en 1961. ¡Gozad!


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martes, 13 de julio de 2010

Una cita de Bernd Fahmel Beyer

Hojeando en mis revistas de Arqueología mexicana me encontré con éste párrafo introductorio de Bernd Fahmel Beyer con el que comenzaba su artículo sobre pintura mural zapoteca. Éste fragmento describe el momento del descubrimiento de una tumba. Disfruten:
"La penumbra envuelve el recinto desde donde atisbamos la morada de quien en vida fuera una figura principal. Los muros que nos circundan detienen el bullicio que acompaña a los transeúntes de la ciudad. Nadie con quien hablar, nadie que nos explique qué pasó en este lugar. De pronto, una luz ilumina el rostro de un personaje que aguarda en la oscuridad. Hace más de un milenio, él y sus acompañantes presenciaron el funeral desde las frías paredes en que fueron pintados. Ahora son ellos los únicos testigos de los festejos que irrumpieron el silencio del más allá"
*Bernd Fahmel Beyer. Doctor en arquitectura por la UNAM, Investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas-UNAM.

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Una cita de Bernd Fahmel Beyer

Hojeando en mis revistas de Arqueología mexicana me encontré con éste párrafo introductorio de Bernd Fahmel Beyer con el que comenzaba su artículo sobre pintura mural zapoteca. Éste fragmento describe el momento del descubrimiento de una tumba. Disfruten:
"La penumbra envuelve el recinto desde donde atisbamos la morada de quien en vida fuera una figura principal. Los muros que nos circundan detienen el bullicio que acompaña a los transeúntes de la ciudad. Nadie con quien hablar, nadie que nos explique qué pasó en este lugar. De pronto, una luz ilumina el rostro de un personaje que aguarda en la oscuridad. Hace más de un milenio, él y sus acompañantes presenciaron el funeral desde las frías paredes en que fueron pintados. Ahora son ellos los únicos testigos de los festejos que irrumpieron el silencio del más allá"
*Bernd Fahmel Beyer. Doctor en arquitectura por la UNAM, Investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas-UNAM.

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martes, 6 de julio de 2010

Cuestión

Me preguntas por qué tiendo a ser un verdadero maldito...Sencillo: Jesús fue víctima de inmolación para Dios...Yo lo quiero ser para el Karma.

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Cuestión

Me preguntas por qué tiendo a ser un verdadero maldito...Sencillo: Jesús fue víctima de inmolación para Dios...Yo lo quiero ser para el Karma.

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domingo, 4 de julio de 2010

Incompleto

Era como tener el sol entre los dedos, los movimientos lánguidos se alargaban en mi y mis horas se escurrían viscosas desde los poros de la pared. Como percusiones intermitentes me llegaban sus palabras blandas, suaves, jugosas.
Mientras, me debatía mortalmente acerca de las ventajas de cambiar por una condición fungosa cuando me di cuenta que su diálogo no era para conmigo, sino para alguien que debía estar frente a la ventana tras de mí.
Seguí jugando con la pequeña luz en mi mano, mientras la ví acercarse a mi lado con la mirada perdida, como escudriñando más dentro de ella que fuera.
Su voz me llegaba como una ráfaga de ruidos irrisorios que parecían no tener respuesta en aquella otra presencia que adivinaba en la habitación.
Intenté girar para quedar boca arriba, pero pronto comprendí que tal acción excedía mis fuerzas por mucho. Tenía la sensación de estar incrustado en esa cama que se sentía como de piedra, igualmente fría y filosa.
Abandoné los intentos y me dediqué a jugar con la lucecita que parecía bailar entre los dedos de mi única mano útil (la otra yacía insensible bajo el peso de mi cuerpo).
Luego por primera vez percibí movimiento del tercero ahí presente, tras de mí, un movimiento seco y rasposo, carraspeaba. Lo que dijo no debió ser nada bueno ya que ella se dejó caer de rodillas en el piso y pareció llorar con las manos sobre el rostro.
Y súbitamente entendí...apreté con lo que tenía de fuerza la luz que tenía en la mano. Lentamente ésta comenzó a aumentar su brillo y sentí cómo el aire a su alrededor, en mi mano, se tornaba cada vez más frío. La esfera lumínica inició su recorrido insertándose en la palma de mi mano para luego correr hacia mi pecho y mi cabeza.
Fue entonces que volví al mundo, con todos mis recuerdos frescos: la persecución, la irrupción en mi casa, el ataque, mi herida ...Salté de la cama, tomé del cajón del buró mi pistola y me aseguré de no incurrir en el mismo error que ellos acababan de cometer: les disparé en la cabeza.

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Incompleto

Era como tener el sol entre los dedos, los movimientos lánguidos se alargaban en mi y mis horas se escurrían viscosas desde los poros de la pared. Como percusiones intermitentes me llegaban sus palabras blandas, suaves, jugosas.
Mientras, me debatía mortalmente acerca de las ventajas de cambiar por una condición fungosa cuando me di cuenta que su diálogo no era para conmigo, sino para alguien que debía estar frente a la ventana tras de mí.
Seguí jugando con la pequeña luz en mi mano, mientras la ví acercarse a mi lado con la mirada perdida, como escudriñando más dentro de ella que fuera.
Su voz me llegaba como una ráfaga de ruidos irrisorios que parecían no tener respuesta en aquella otra presencia que adivinaba en la habitación.
Intenté girar para quedar boca arriba, pero pronto comprendí que tal acción excedía mis fuerzas por mucho. Tenía la sensación de estar incrustado en esa cama que se sentía como de piedra, igualmente fría y filosa.
Abandoné los intentos y me dediqué a jugar con la lucecita que parecía bailar entre los dedos de mi única mano útil (la otra yacía insensible bajo el peso de mi cuerpo).
Luego por primera vez percibí movimiento del tercero ahí presente, tras de mí, un movimiento seco y rasposo, carraspeaba. Lo que dijo no debió ser nada bueno ya que ella se dejó caer de rodillas en el piso y pareció llorar con las manos sobre el rostro.
Y súbitamente entendí...apreté con lo que tenía de fuerza la luz que tenía en la mano. Lentamente ésta comenzó a aumentar su brillo y sentí cómo el aire a su alrededor, en mi mano, se tornaba cada vez más frío. La esfera lumínica inició su recorrido insertándose en la palma de mi mano para luego correr hacia mi pecho y mi cabeza.
Fue entonces que volví al mundo, con todos mis recuerdos frescos: la persecución, la irrupción en mi casa, el ataque, mi herida ...Salté de la cama, tomé del cajón del buró mi pistola y me aseguré de no incurrir en el mismo error que ellos acababan de cometer: les disparé en la cabeza.

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Un despertar

Finalmente, tras 27 años de coma, Carlos Cortés despertó esta mañana para descubrirse en una época totalmente diferente a la que él había conocido y vivido.
Tras bañar con flashes al pobre hombre, ahora de 51años de edad, los reporteros que abarrotaban su pequeño cuarto de hospital se retiraron amanazando con volver, cada uno, por su entrevista exclusiva.
Cuando no se encontraba en rehabilitación física, debido al atrofiamiento de los músculos y ligamentos de Carlos tras casi tres décadas de desuso, se le ponía al tanto de los cambios y acontecimientos más importantes que habían ocurrido desde que había quedado confinado a una cama y a cubrirse de polvo como artefacto arrrumbado en un clóset.
No mucho después de su despertar, fue finalmente dado de alta entre vítores y más flashes de los reporteros que parecían haber vuelto para cumplir sus promesas. Sin embargo, al poco tiempo de acosarlo se dieron por satisfechos y le dejaron salir del edificio por primera vez desde hacia casi treinta años.

Una semana más tarde, el médico que estuvo con él durante su rehabilitación y actualización, veía conmocionado en el noticiero nocturno que el conductor decía:

Carlos Cortés, el hombre que milagrosamente sobreviviera a un coma de 27 años causado al ser alcanzado por un rayo cuando joven, hoy fue encontrado muerto en un parque del centro.
Las investigaciones preeliminares apuntan a que el hombre de 51 años se suicidó; esta hipótesis se vio reforzada con la aparición en la casa del ahora occiso de una nota en la cual desafortunadamente no explica las razones de su decisión. Las únicas palabras en el papel son: ¡Quédense con su mundo de mierda!

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